Guillermo Opitz
Guillermo Angel Opitz, músico y pedagogo.
Colaboración Daniel Varacalli Costas
6 de junio de 1934 – Buenos Aires, Argentina
21 de junio 2024 – Buenos Aires, Argentina
Se llamaba Guillermo Angel Opitz. Partió el 21 de junio de 2024 con 90 años a cuestas y una semana antes de un concierto dedicado a uno de sus compositores predilectos, Felix Mendelssohn. Las redes sociales de cantantes y músicos se inundaron de fotos suyas y mensajes tan sinceros como conmovedores. Los movía la gratitud hacia quien había dedicado su vida a estudiar y a enseñar, y a ser vehículo de la tradición alemana, que le venía por parte de padre. Erhard Opitz, oriundo de una familia de Kamenz, cerca de Dresde, mecánico y aficionado al violín, había emigrado a la Argentina huyendo de la primera Gran Guerra. Aquí conoció a la española Dolores Blanco, madre de Opitz. Esa raíz hispana tla dejó Guillermo plasmada en sus “Recordos de Galicia”, tres movimientos para corno inglés y cuerdas, y en su tarea al frente de los coros dedicados a la polifonía renacentista española que dirigió largamente en el Museo Larreta.
El Maestro Opitz desplegó una amplia actividad como compositor, pianista, director de coros y docente. Había nacido en Buenos Aires el 6 de junio de 1934 y poco después sus padres lo llevaron a Alemania, donde hizo sus primeras armas musicales en Dresde. Allí nació Rudolf, su hermano menor. Pero el fantasma de la guerra, y la necesidad de esquivar tanto el nazismo como el comunismo, determinó que la familia volviese a la Argentina (1949), lo que fue posible precisamente porque Guillermo había nacido aquí. Se trataba de una opción compartida por muchos connacionales de su padre, entre ellos dos que serían sus maestros, Guillermo Graetzer y Fritz Masbach, quienes tendieron el puente entre ambos continentes. Mas tarde, el Servicio de Intercambio Académico Alemán hizo posible que Opitz pudiera completar su formación como director en Munich y Hamburgo.
Como pianista integró diversas agrupaciones de cámara, como director dialogaba desde su atril con el recordado concertino de la Orquesta Estable del Colón, Carlos Pessina, y en otra etapa con el violonchelista francés Paul Tortelier.
Trabajó como maestro preparador con la Ópera de Cámara del Teatro San Martín junto a Ferruccio Calusio y como maestro interno del Teatro Colón, institución a la que quedó vinculado a través del Instituto Superior de Arte y de su cátedra de Música de Cámara. Su conocimiento de la voz y el repertorio lírico lo llevó a fundar en 1983 la Fundación Música de Cámara, acaso su creación más personal y fecunda que a su muerte transitaba por su ano 41. Los becarios de esta fundacion han alcanzado inserción en la vida musical y cimas artísticas que sin su sabia guía habrían sido mucho más difíciles de lograr.
El maestro Opitz era enemigo del brillo vacío; su ámbito por excelencia era la vocalidad camarística, ya sea individual de conjunto o coral, y su repertorio, ajeno a los grandes espectáculos visuales y sonoros que suponen la ópera y la música sinfónica. Sus clases dedicadas “solamente” a un compositor, en general de canción de cámara en lengua alemana, recorrieron la geografía del país, convocado por diversas entidades académicas. Su pasión por los Lieder, en especial de Schubert, Schumann, Brahms y Wolf, a los que se sumaba la canción de cámara francesa, y por supuesto, Bach, involucraba por entero a los participantes de sus cursos, que culminaban generalmente en un concierto público.
Se llamaba Guillermo Angel Opitz. No usaba su segundo nombre, pero estuvo marcado por su significante, incluso por aquel originario de mensajero de buenas nuevas que él supo transmitir en abundancia.