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              Día de la fundación de la Cooperativa Agrícola de la Colonia Liebig, el 19/12/1926
                (foto expuesta actualmente en la sala temática de la "Pirámide Fundacional"
                              que se encuentra en la cooperativa)

          En la Asamblea Constitutiva se eligieron mediante voto los miembros del primer
          Consejo Administrativo. Con excepción de uno de los suplentes, todos los
          demás miembros pertenecían al grupo originario de la sociedad colonizadora
          "Neu-Karlsruhe" y habían llegado en el primer contingente: Presidente: Dr.  Walter
          Ostermann; Vicepresidente: August Kleinsorge; Secretario: Eugen Huber;
            Tesorero: Heinrich Wittneben; Vocal: Florentin Kroop; Suplentes: Erwin Dannwolf,
          Johannes Müller, Antonin Lindenfeld.
            Una de las necesidades más imperiosas durante los primeros años fue tener
          un barbacuá propio para el secado de la yerba. El "barbacuá" es una especie
          de horno con una parrilla circular o elíptica, de unos 7 metros de diámetro, hecha
          con varillas de maderas y tacuaras, en forma de una gran cúpula sostenida
          perimetralmente por columnas de 1,20 a 1,80 metros de altura. Sobre esa parri-
          lla se colocan las hojas de yerba mate, rodeadas por una barandilla que evita el
          deslizamiento de la carga de hojas. A unos 12 metros del centro de la parrilla,
          se ubica una hornalla que se comunica con el centro de la parrilla mediante un
          túnel que termina en forma de chimenea debajo de la cúpula, con una campana
          protectora contra chispas. Por lo general, toda la instalación se ubica en el inte-
          rior de una construcción de madera o ladrillos, en cuyo techo se ubica un capu-
          chón ventilador. No parece tratarse de una instalación demasiado costosa y, aun
          así, recién en 1932, siete años después de su fundación, la cooperativa logró
          poner en funcionamiento el primer barbacuá que, sin embargo, no daba abasto
          para secar toda la producción de los socios, quienes tuvieron que seguir acu-
          diendo a secaderos particulares. El hecho de que hayan pasado tantos años
          hasta que la cooperativa pudiera tener un secadero propio demuestra clara-
          mente cuán difícil resultaba en ese entonces contar con el capital para las obras
          necesarias.
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