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            En efecto, las posturas existentes en el discurso político de la época muestran
          la generalización de una concepción exclusivista de la nacionalidad. Esta no
          debe confundirse con un nacionalismo esencialista, es decir aquel que pregona
          una "esencia" ya sea argentina o alemana como, por ejemplo, el sostenido por
          los nacionalsocialistas, que equiparaba la nación con una cuestión biológica.
          Por el contrario, el caso argentino presentaba una posición que no sólo permitía,
          sino que aspiraba a "argentinizar" a todos. Sin embargo, hacia fines de la década
          de 1930 y comienzos de la siguiente resultó cada vez más común una concep-
          ción más exclusiva, que asimilaba la nacionalidad argentina con un idioma y unas
          tradiciones propias, y no con una multiplicidad de formas de "ser argentino".
            El constante reclamo de una mayor participación del gobierno nacional frente
          a lo que se percibía como una inaceptable ausencia estatal en distintos ámbitos
          (entre ellos las "escuelas alemanas"), solamente podía ser realizado en el con-
          texto de un estado mucho más potente que el existente, en la Argentina de las
          décadas de 1930 y 1940 (Romero 2013: 17-46). En este sentido, a medida que
          el estado moderno extiende su capacidad de ejercer la vigilancia y la represión
          sobre la población que habita dentro de sus fronteras, requiere un mayor con-
          sentimiento de los gobernados. Para funcionar necesita legitimarse, asegurán-
          dose la fidelidad de sus ciudadanos a quienes debe recordarles por distintos
          medios que su primera lealtad es a la nación que ese Estado representa, en este
          caso la argentina. En ese proceso intervienen diversas apelaciones a identifica-
          ciones colectivas diferentes, ya sean religiosas, clasistas, u otras filiaciones
          nacionales, entre ellas la alemana.
            El papel desempeñado por el estado argentino y sus políticas asimilacionis-
          tas fue fundamental, pues más allá de las consideraciones positivas o negativas
          que los integrantes de los distintos gobiernos del período tuvieran por el Tercer
          Reich, todo estado nacional tiene una concepción hegemónica tendiente a disol-
          ver identidades o solidaridades consideradas peligrosas para la conformación
          de su "comunidad imaginaria" (Anderson 1993). En el caso argentino, una de las
          amenazas a esta homogeneización era la existencia de diversas identidades
          nacionales que competían con la argentina por lograr la adhesión de los inmi-
          grantes y de sus hijos. Hacia finales de la década de 1930 y principios de la de
          1940, el nacionalismo cada vez más exclusivo rechazaba los valores y la cultura
          de los inmigrantes como algo ajeno a la "auténtica" argentinidad.


          Consideraciones finales


          Hacia finales de 1933, en un clima de discusión sobre la pertinencia de fundar
          una escuela libre de la influencia nacionalsocialista, Alemann había señalado que
          "muchos padres ya retiraron a sus hijos de los colegios alemanes y piensan
          inscribirlos en escuelas primarias argentinas. Esto llevaría a un debilitamiento del
          Deutschtum y la pérdida del idioma alemán en la generación joven. Ambas cosas
          no pueden ser toleradas por quienes quieren conservar su cultura alemana y
          preservarla para sus hijos en oposición a la barbarie de Hitler" (Argentinisches
          Tageblatt 19/12/33). Cabe recordar que, al igual que los nacionalsocialistas aun-
          que por motivos diferentes, los antinazis de habla alemana se definían como los
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