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8 REGULA ROHLAND DE LANGBEHN
Alemania. Delius estudió los pormenores de la historia de su patria chica, la zona
cercana a Bell Ville, en el sudeste de la provincia de Córdoba. En esa zona se
encontraba la estancia La Constancia, que durante más de treinta años fue pro-
piedad de Devrient. Los datos se enriquecen con observaciones de otros histo-
riadores locales como Alberto Bischoff y la arquitecta Marta Fava. La introducción
complementa las notas y los índices onomásticos que acompañan el texto.
El texto principal, Eduardo Devrient (1868-1955). Setenta años. Recuerdos de mi
vida (ca. 1939) comienza recordando los ancestros hugonotes del autor, y su infancia
y juventud en el sur de Alemania. Cuenta la temprana muerte de sus padres, como
consecuencia de la cual Devrient no pudo realizar su sueño de formarse como pintor
y a los 21 años decidió emigrar a la Argentina. Aunque tenía buenas recomendaciones,
no se integró en la colectividad alemana de Buenos Aires, sino que se reunió con un
amigo para trabajar en la estancia La Matilda, cerca de Bragado, en la provincia de
Buenos Aires, cuyo dueño, Máximo Fernández, quería convertirla en una moderna
finca modelo. Al comienzo el trabajo fue duro, pero más tarde Fernández lo contrató
como contador. Luego quiso independizarse y viajó a Alemania para juntar fondos,
pero fracasó en el intento. Al volver se empleó como mediero en otra estancia de
Fernández, también en la zona de Bragado. Antes de 1900, a medias con Carlos A.
Diehl, compró La Constancia, en el sureste de la provincia de Córdoba. Pocos años
más tarde logró ser su único dueño. Cuando vivía en Córdoba, comenzó a especular
con un banco cooperativo, realizando compras y ventas de campos basadas en cré-
ditos, hasta que a mediados de los años 30, como consecuencia de la crisis econó-
mica mundial, tuvo que vender su propiedad La Constancia. Devrient describe este
proceso y narra la historia de su numerosa familia. Se había casado con una argentina,
pero educó a sus tres hijos varones y a sus cinco hijas mujeres en la tradición alemana.
Realizó extensos viajes a Europa, donde volvió a su añorada pintura, tomando cursos
en Karlsruhe y en Roma. Una vez vendida La Constancia, sus hijos y yernos se ocu-
paron de los campos que le quedaban y él se volvió a dedicar a la pintura. El libro
termina con su cumpleaños número 70, que se festejó en el Hotel Edén, en La Falda,
Córdoba, y con la alocución que para la ocasión pronunció su amigo, uno de los
dueños del hotel, Arno Eichhorn. En este contexto no se menciona en ningún momento
la proximidad de Walter Eichhorn, hermano de Arno, con Hitler.
En sus primeras partes, el libro de Devrient expone vivencialmente lo dura y
prístina que era la vida en el campo por aquellos años, en los que recién se
comenzaba a cultivar la tierra de la provincia de Buenos Aires y a criar ganado
cada vez con mayor profesionalidad. Impresionan el valor de la confianza y de la
palabra, así como la posibilidad de manejarse sin armas ni violencia entre los duros
hombres del campo argentino. Por otro lado, el asunto de las hipotecas y los
préstamos, que ocupa un tramo importante del libro, no se explica con los deta-
lles necesarios para entender bien qué fallas o problemas llevaron al fracaso. Pero
ello se compensa cuando, como lectores, comprendemos que detrás de los
manejos quizás un poco turbios con dineros prestados se escondía el gran anhelo
de volver a la carrera artística frustrada en los comienzos de esa intensa vida.
Además de los autores, varias personas han colaborado en este Cuaderno.
Queremos dar las gracias a Roberto Bein, Alicia Bernasconi, Benjamin Bryce, Laura
Carugati, Macarena Mohamad, Robert Kelz, Roberto Liebenthal y Regina Malke
Schmiedeberg.