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OLAF KALTMEIER. PARQUES NACIONALES ARGENTINOS  127



                  Como segundo gran tema, el de los actores en la constitución de los
               parques. Nos encontramos al comienzo con la descollante presencia del
               entonces ya anciano Perito Francisco Pascasio Moreno y la fi gura domi-
               nante de Carlos Thays, francés, el conocido diseñador de parques ciudada-
               nos en Córdoba y Buenos Aires, que colaboró asimismo en la planifi cación
               de los parques naturales. En los años 20 se dedicaron trabajos de todo un
               ramillete internacional de actores a las reservas naturales. Como trasfon-
               do actuaban varias sociedades hoy completamente olvidadas, ante todo la
               Sociedad Forestal, fundada en 1910, y la Sociedad de los Amigos del Árbol,
               que fomentan el interés en la conservación de los bosques desde el interés
               del estamento aristocrático al que pertenecen sus miembros (pensando en
               una aristocracia del dinero): la conservación para poder ejercer en ellos la
               caza. Se enfrentan con ellos los naturalistas académicos, como el belga
               Lucien Haumann, el alemán Carl Curt Hosseus, el norteamericano Bailey
               Willis, pero también algunas fi guras interesadas en el desarrollo regional
               de los parques, como Carlos Gallardo en el del Iguazú y el ya mencionado
               Emilio Frey en el del Sur. Rivalizan en principio dos concepciones acerca de
               la función de los parques, la más antigua es la concepción de una wilder-
               ness, un paisaje salvajemente agreste en el que la naturaleza se conserva
               tal cual el conquistador la ha encontrado. En esta concepción se veda el
               acceso a cualquier intruso y se intenta no admitir en la fl ora y fauna espe-
               cies exógenas, con la fi nalidad de conservar para las generaciones futuras
               partes del mundo no sujetas a los cambios introducidos por la cultura. Sería
               la concepción que prevalecería en las últimas décadas del siglo XIX y es la
               posición que defendían los naturalistas. Frente a esta construcción de un
               mundo inaccesible pero conservado en su estado prístino, respaldada por
               las sociedades arriba mencionadas, tenemos a una falange de hombres
               de acción que, comenzando con Thays, buscan desarrollar mediante los
               parques las zonas que los abarcan, fomentando el turismo y el aprovecha-
               miento de los recursos generados dentro del parque. El primer Director
               formal de Parques, Exequiel Bustillo, apoyaba el turismo de personas adi-
               neradas considerando que así se desarrollarían las zonas de los parques.
               Gracias a sus decisiones, las instalaciones realizadas durante la década
               de 1930 tienen características similares a las de los parques nacionales
               norteamericanos, fundados a partir de 1870 (el parque Yellowstone y varios
               otros), cuyo disfrute y uso se destinaba a una aristocracia de dinero. Esto
               se reproduce en los parques argentinos durante la década anterior al pero-
               nismo, con hoteles como el Llao Llao y el del Iguazú. Este disfrute además
               permitía introducir entre la fl ora y fauna autóctona especies destinadas bien
               sea al uso humano –especies arbóreas de mayor rinde que las del lugar– o
               a su actividad deportiva –animales exóticos de caza mayor (hoy día sigue
               habiendo jabalíes y ciervos en el Parque Nahuel Huapí, mientras que no se
               dieron los búfalos y alces introducidos)-. En otra gama, ya desde comien-
               zos del siglo XX, se introdujeron diferentes tipos de salmones etc., que
               fueron reservados para la pesca deportiva, de los que algunos resultaron
               dañinos para las especies autóctonas.
                  Estos aspectos ganan relieve e intensidad en vista de los hechos histó-
               ricos entre los que se inserta la reserva de áreas supuestamente no habi-
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