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NACIONALSOCIALISTAS ANTIHITLERISTAS             95



              Frente Negro en el seno de la agrupación que dirigía, sino para indicar que “la
              Otra Alemania está a favor de la democracia y carece de toda influencia o ten-
              dencia comunista” (Informaciones, 20/3/1941: 1).
                 En un principio, el apoyo brindado al Frente Negro no solo por el Reichsban-
              ner, sino también por Peter Bussemeyer –quienes durante la república de Weimar
              tuvieron respectivamente una muy activa participación en la socialdemocracia y
              en el partido comunista– puede resultar llamativo a la luz de las alineaciones
              inmediatamente posteriores provocadas por la Segunda Guerra Mundial. No obs-
              tante, la mirada en retrospectiva, que es el privilegio del historiador, no debe
              impedir posicionarse en el contexto de la entreguerra, ni caer en la naturalización
              de que en el punto de partida de esa historia estaba inscripto su punto de llegada.
              Los seguidores de Strasser han sido definidos de diversas maneras, entre ellas,
              como “nazis de izquierda”, “rojos con camisa parda”, “nacional-bolcheviques”,
              “trotskistas del nacionalsocialismo y “gente de izquierda de derecha”, caracteri-
              zaciones que muestran las dificultades de encasillar a estas figuras. Aunque no
              eran necesarios ni mayoritarios, lejos de representar casos aislados no solo las
              afinidades, sino también los cambios de partidos llevados a cabo entre militantes
              que se encontraban a caballo entre las llamadas “extrema derecha” y “extrema
              izquierda” fueron bastante frecuentes durante el período de entreguerras, cuando
              resultaba imposible fijar fronteras claramente delimitadas por aquellas categorías.
              La presencia de estos “espacios grises” brinda una nueva prueba de la necesidad
              de matizar aquel cuadro que señala la existencia de dos “aldeas” de alemanes
              totalmente incomunicadas: los nacionalsocialistas y los “republicanos”. Al repro-
              ducir una lógica según la cual la colectividad alemana simplemente se habría
              separado en dos bandos enemigos irreconciliables, la bibliografía sobre el período
              no solo se ha hecho eco del discurso de la época, teñido de la retórica bélica,
              sino que además ha perdido de vista la riqueza de la sociabilidad germanoha-
              blante y las complejas y cambiantes relaciones entre sus diversos sectores en
              aquellos años de enorme convulsión política (Friedmann 2010 B: 205-226).
                 A mediados de la década de 1930, dentro de las filas del incipiente movi-
              miento antinazi de habla alemana podía observarse una pluralidad de posiciones
              acerca de la naturaleza del Frente Negro. No obstante, a inicios de la década
              siguiente resultaba unánime el rechazo al Frei-Deutschland-Bewegung, a cuyos
              miembros se reprochaba su pasado nacionalsocialista. Así, la posibilidad de
              conformar un frente de unidad se mantuvo abierta cuando el movimiento liderado
              por Strasser se presentaba como una agrupación integrada por quienes se
              definían como los verdaderos nacionalsocialistas, pero no encontró el más
              mínimo resquicio cuando estuvo integrado por personas de diversa trayectoria
              política y que, en muchos casos, se definió como explícitamente antinazi además
              de como opositor al Tercer Reich.
                 El panorama político argentino de finales de la década de 1930 y principios de
              la de 1940 se destacó por una marcada tendencia a la polarización, donde las
              disputas internas eran vistas bajo la lente de los acontecimientos europeos con-
              temporáneos. Los discursos y las concepciones del mundo integrales o radicales,
              forjadas y desarrolladas principalmente en el “viejo continente”, se proyectaron y
              se combinaron con los procesos políticos e ideológicos locales. En ese contexto,
              frente a una supuesta avanzada nazifascista, se constituyó una amplia y hetero-
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