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artículos fueron publicados, entre otros, por The New Statesman, de Londres,
el New York Times y el Reader’s Digest. Sin lugar a dudas, los estrechos con-
tactos de Strasser con las autoridades británicas facilitaron su exitosa y rápida
inserción en la opinión pública angloparlante. No obstante, el apoyo logístico e
incluso financiero que recibió por parte de los aliados no implicaba necesaria-
mente una menor convicción ideológica de su parte. De hecho, aquella convic-
ción llevó, al menos parcialmente, a que la suerte de Strasser cambiara
radicalmente en poco tiempo. Tras la invasión alemana a la Unión Soviética, a
mediados de 1941, Strasser criticó a los aliados por realizar un pacto con Stalin
y prometió luchar tan implacablemente contra “la dictadura comunista de clase
como contra la dictadura nazi de raza” (Strasser 1958: 162). Los británicos,
deseosos de no ofender a sus nuevos aliados, retiraron paulatinamente su apoyo
a Strasser, quien vio considerablemente mermada su capacidad de acción polí-
tica debido a que el gobierno canadiense le recriminó su pasado nacionalsocia-
lista y sus lazos ideológicos con aquel régimen. En el mes de diciembre de 1942
se le prohibió realizar discursos, escribir y aparecer en público y en mayo del
año siguiente fue llevado a la ciudad de Clarence en Nueva Escocia, donde vivió
un confinamiento forzoso. Desde agosto de 1942 no pudo expresar opiniones
políticas, incluso en cartas privadas, por lo que interrumpió toda relación postal
con la central de América del Sur y los manuscritos destinados a ser editados
fueron interceptados (Kisatsky 2005: 86-90; Röder y Strauss 1980: 740-742).
El servicio de prensa de Das Andere Deutschland se hizo eco de aquel des-
crédito, al reproducir una nota del periódico L’Hour de Montreal que indicaba:
Puede ser que el señor Strasser sea antihitlerista, al igual que un
lugarteniente de Al Capone puede ser anticaponista después de una
riña en la que este gánster sacó ventaja. Pero seguro que el señor
Strasser de ninguna manera es antifascista. (Informaciones para la
prensa sudamericana, 20/7/1942: 2).
Bruno Fricke señaló, en forma retrospectiva, que en el abrupto final del Frei-
Deutschland-Bewegung desempeñó un papel relevante la interrupción del con-
tacto entre la central y el conjunto de los miembros de la agrupación. Indicó
además que el movimiento fue intensamente combatido también en el continente
sudamericano, lo que habría obligado a interrumpir las actividades de sus dele-
gaciones regionales. Fricke manifestó que los dirigentes de Cuba, México y
Colombia fueron puestos en “campos de concentración en América del Norte”,
mientras que el representante de Chile fue deportado (Bruno Fricke 143-45: 3).
Es posible que una parte considerable de las autoridades del Frei-Deutschland-
Bewegung se contaran entre los más de 4.000 alemanes residentes en los
pequeños países de la cuenca caribeña y los más septentrionales de América
del Sur que, en medio de un clima crecientemente amenazador signado por el
“terror nazi”, fueron deportados de sus países de residencia y confinados en los
Estados Unidos (Friedman 2008).
El mismo Fricke fue encarcelado en Buenos Aires acusado de tráfico de dro-
gas, lo que, sumado a la situación atravesada por Strasser en Canadá, dio por
tierra con la sección local del movimiento. En la disolución de la representación