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LOS ALEMANES DE RUSIA (DEL VOLGA) EN ARGENTINA      173



                 Las prerrogativas señaladas no eran para desechar. Se les permitiría el uso
              de su propia lengua y el mantenimiento de sus escuelas con maestros propios;
              en la Rusia ortodoxa se respetarían sus creencias (católicas y luteranas); podrían
              llevar sus sacerdotes y pastores y contar con la posibilidad de tener sus propios
              seminarios y escuelas para la formación (Popp/Denning 1977: 21). Igualmente,
              podrían vivir en aldeas sustentables o colonias madres (Mutterkolonien) y contar
              con tierras entregadas por el estado ruso para su producción. Si bien habría
              periódicas modificaciones de los lotes de tierra asignados según el número de
              componentes familiares, los miembros excedentes podrían crear nuevas colo-
              nias (colonias hijas o Tochterkolonien) en otros lugares de la región. Uno de los
              privilegios más importantes fue la notificación de que no participarían en la vida
              militar, ni serían convocados a las filas del ejército. Con estas condiciones y a
              través de agentes especiales se formalizaron las inscripciones y se pusieron en
              movimiento las distintas caravanas para marchar hacia Rusia.
                 El itinerario que siguieron, fue por tierra hasta los puertos sobre el Báltico
              (particularmente Lübeck) y, luego, por mar hasta San Petersburgo para desem-
              barcar en la isla de Kronstadt y cruzar hasta Oranienbaum. Posteriormente,
              fueron dirigidos hacia las riberas del Bajo Volga. Hubo grupos que realizaron el
              itinerario por tierra y otros por los ríos y lagos interiores hasta encontrarse con
              el Río Volga y seguir por éste hasta Saratov. De las más de 30.000 personas
              que viajaron en los primeros años, sólo se establecieron en la región unos 27.000
              colonos que sobrevivieron a los fríos, las dificultades del itinerario, las diversas
              temperaturas y enfermedades. En estas regiones, de estepas vírgenes y con-
              geladas, comenzaron un duro y sacrificado trabajo para instalarse, crecer hasta
              formar en los primeros diez años más de un centenar de aldeas en ambas orillas
              del río sobre una región originalmente asignada de 45.000 km  (ibid.: 35). Pos-
                                                                   2
              teriormente fue ampliada a casi el doble, teniendo una superficie total similar a
              la Provincia de Entre Ríos.

                       Para los labradores empobrecidos, los soldados cansados de la gue-
                       rra, los obreros explotados y los artesanos sin trabajo, el alejamiento
                       del lugar de su nacimiento significaba "su salvación"; destacamos aquí
                       que el llamamiento hacia la emigración no sólo se cumplió entre los
                       alemanes, sino que se extendió por Dinamarca, Holanda, Polonia,
                       Suecia, [la futura] Yugoslavia, Suiza y Francia. Pero por ser Alemania
                       la más arruinada por las guerras, sus habitantes aceptaron en mayor
                       proporción dicha invitación (ibid.:22).


              En estas condiciones se inicia el proceso de asentamiento de los alemanes
              llegados a las tierras del Volga. La primera aldea que fundaron fue Dobrinka, en
              junio de 1764, sobre el margen derecho del Río Volga, considerado por lo gene-
              ral como un terreno escarpado, con pequeños cerros y pocos claros para el
              cultivo. A esta zona se la llamó la Bergseite, en contraposición con el margen
              izquierdo, más plano y con superficies de llanura a la que se llamó Wiesenseite.
                 Al comienzo se instalaron sobre la primera, demorándose en ocupar la zona
              de llanura por cuanto allí se encontraban tribus vandálicas (quirguisios, cosacos
              y kalmucos) que, de tanto en tanto, asolaban los poblados (Beros 2011: 24) de
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