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LUIS FERNANDO RUEZ: EXILIO POLÍTICO, SACRIFICIO INTERRUMPIDO  31



               cas que determinan a Ruez como sujeto social pueden definirse como un
               “colonialismo de colonos” o pioneros (settler colonialism), movimiento de
               ocupación de territorios considerados terra nullius, cuyos habitantes deben
               ser “corridos” (arrinconados, puestos en reservas; en último caso, extermi-
               nados) para dar lugar a las poblaciones supuestamente progresistas de raza
               blanca . Este tipo de colonialismo de Lebensraum depende del fenómeno
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               más general de la “colonialidad del poder”. Así, y a pesar de que el dominio
               colonial (stricto sensu) en el Plata había concluido formalmente un siglo an-
               tes de la llegada de Ruez a Buenos Aires, los regímenes republicanos que le
               siguieron dejaron inconmovibles las estructuras básicas de la colonialidad
               del poder, expresadas en la vigencia de una divisoria racial, explícita o im-
               plícita, como fuerza organizadora de la sociedad y la experiencia america-
               nas . Desde esta perspectiva, la fantasía de dominio y autoridad en la que
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               se complace nuestro personaje adquiere otro tenor. En el “sueño” de Ruez
               convergen el imaginario de una sociedad como la alemana, moderna y de
               raigambre estamental —¡estamentos que él mismo se había comprometido
               a defender con su vida!—, y la perdurable matriz colonial que lleva a que
               cualquier europeo, por el solo hecho de ser “blanco”, y aun perteneciendo
               a las clases populares (que no es el caso de Ruez), se sienta liberado del
               férreo control social en su país de origen y hasta con derecho (de conquista
               o natural) a mandar y ser obedecido por las “razas nativas” . Claro está que
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               a Ruez le sobran pesimismo y sorna para disipar este ensueño de poder y
               riqueza: “¡Qué candidez la mía! Tenía que ser un gringo con todas las letras
               para tener tales sueños sin un centavo en el bolsillo” (id.), no obstante lo cual
               entendía que todavía contaba con una oportunidad de holganza y reconoci-
               miento. La utopía de “hacer la América”, mereciéndola a través del propio y
               esforzado trabajo, sigue escondiendo en las sombras, quizá por la originaria
               condición de clase de Ruez, un anhelo de reposar como estanciero.
                  Dadas estas condiciones que favorecerían a priori a sujetos como Luis
               Ruez, ¿a qué se debe el rosario de desgracias que lo acompaña durante
               gran parte de su vida en la Argentina? La verdadera dificultad que se le
               habría presentado a Ruez cada vez que se vio obligado a “comenzar de
               nuevo” fue el lastre biográfico-existencial que le impedía asumir un futuro
               sin pasado. Cargado de “crónicas familiares” y, fundamentalmente, de me-

               32    El concepto fue acuñado por Patrick Wolfe para Australia y admite una homología
               acotada con la expansión de las empresas de colonización en los territorios nacionales
               con posterioridad a las campañas militares de La Pampa, Patagonia y Chaco. Para más
               detalles, ver Wolfe (1999).
               33    “Colonialidad del poder” es un concepto elaborado por Aníbal Quijano que destaca
               el persistente e inescindible vínculo entre capitalismo, jerarquía racial y dominación. De
               acuerdo con el autor, el capitalismo, y por ende la modernidad, se articulan por primera
               vez a partir de los siglos XV y XVI en torno a un patrón de poder mundial inaugurado por la
               conquista europea de América, cuyo principio de legitimación descansa en una jerarquía
               naturalizada de razas. Ver, por ejemplo, Quijano (2000).
               34    Wilhelm Keiper, propagandista de la colonia alemana en estas tierras, destaca hacia
               1940 que la “tendencia general del Deutschtum en la Argentina, como en todos los otros
               alemanes en el extranjero, era la materialidad: la lucha por la supervivencia y el progreso
               económico” en un “joven país” que ofrece “mucha más libertad y espacio que la estrecha
               patria” (Keiper 1941: 258, mi traducción).
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