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           morias de guerra y violencia, el autorretrato de este alemán de clase aco-
           modada nos descubre a un desterrado para quien ninguno de sus logros
           refundacionales en la Argentina (familia, profesión, obra intelectual) parece
           haber sido suficiente.
              Desterrado, pero en realidad fugitivo. En efecto, sugerimos que su pe-
           renne amor a la patria se nutre, en última instancia, de una oscura culpa,
           nacida de haber truncado el debido sacrificio a ella con la huida al extranje-
           ro, única salida que vislumbró para salvar su vida y la de su familia. Primero
           como médico militar en la Gran Guerra y luego como jefe de un Freikorps
           contrarrevolucionario, Ruez no pudo o no quiso ser Helge. El sacrificio que-
           dó interrumpido, el héroe huyó de la fatalidad. No olvidemos la exigencia de
           Ruez a sus camaradas de forjar una “comunidad de hombres unidos por la
           necesidad y la muerte”, jurando “lealtad a la bandera Helge y obediencia a
           su líder hasta la muerte”.
              “Castigo”, “dolor”, “tristeza”, “discordia”, “resignación” (y un poco del
           humor del sobreviviente y la esperanza del cristiano) son las palabras y sen-
           tires que habitan su escritura. Se comprende entonces la incomodidad ex-
           perimentada entre sus “connacionales” teuto-brasileños (que aumenta en
           función de descubrirse “antinazi en las colonias”) o, a la inversa, la empáti-
           ca condescendencia hacia los “húespedes” indígenas que sufren el destino
           de un exilio en la propia casa. Por no mencionar su falta de confianza en el
           “Estado y la ley” en la Argentina, corporizados en las figuras de sus funcio-
           narios (inspectores, gendarmes, policías) que lo expulsan de su chacra en
           el Chaco, lo persiguen por carecer de matrícula nacional como médico y lo
           amenazan por ser un enemigo alemán.
              La obra del autor bordea todos estos malestares. Cual experto en ve-
           nenos,  enfermedades  tropicales  y  medicina  naturista,  el  médico  escritor
           procura inmunizarse, incorporando en sus textos dosis homeopáticas de
           aquel pasado turbulento que se prolonga en su presente. Ruez se autoculti-
           va, empuja su alma a recorrer “el camino hacia sí misma” atravesando el vía
           crucis americano. Con amargo humor y pathos trágico escribe para aliviar
           la culpa del fugitivo, “siempre lejos, siempre expulsado” de la patria cruel
           que le exigía su muerte, pero también de esta, su indolente nueva patria,
           que le ofrece, con no menos crueldad, el espejismo de una hacienda propia
           en tierras recién ganadas a los indios.


           Bibliografía


           Obras de Luis Ruez
           Véase el listado “Obras de Ruez, manuscritos, publicaciones, textos
              perdidos”, en este Cuaderno: 13-16.
           Referencias
           Abínzano, Roberto. “Política y etnicidad en un contexto rural de frontera: el
              nacionalsocialismo en las colonias alemanas de Sudamérica”, Estudios
              Regionales 2 (1991): 58-74.
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