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14                   RESEÑAS: REGULA ROHLAND



           jóvenes países sudamericanos que para modernizarse buscaban conocer
           las riquezas de sus suelos y renovar su metodología de estudios. Dentro
           de un grupo más heterogéneo, al que también pertenecían norteamerica-
           nos, franceses, polacos, entre otros, las universidades entonces existen-
           tes en Córdoba y Buenos Aires y desde su fundación la nueva Universidad
           de la Plata emplearon investigadores y docentes y el Ejército nacional,
           ingenieros, egresados de las altas escuelas europeas. Convocados desde
           los países germano hablantes para reformar o introducir en la Argentina
           las cátedras, organizar los nuevos museos de historia natural y formar
           una Academia, a partir de mediados del siglo XIX dedicaron su labor a la
           exploración, la descripción y el registro de lo que ofrecía el suelo argen-
           tino o aun de lo que se podía observar desde allí en el cielo estrellado.
           Sus cuadros se fueron renovando en diferentes especialidades hasta muy
           entrado el siglo XX, en aras de actualizar la investigación en el país y de
           formar especialistas locales.
              Una vez instalada la especialidad importada, la actividad de sus discí-
           pulos y de generaciones más recientes opacaba en muchas disciplinas los
           comienzos, que quedaron relegados a un segundo plano, y es la retrospec-
           tiva histórica la que incita a estudiarlos.
              En la Argentina, tanto los docentes investigadores extranjeros como
           también los militares que servían en la exploración de zonas limítrofes, se
           adaptaron en poco tiempo al castellano de su entorno, escribiendo infor-
           mes, artículos, libros en castellano. En el libro reseñado, Cecilia Hidalgo
           menciona que “los americanistas germano-parlantes no tenían” “el desafío”
           que constituye “la integración de mundos lingüísticos distantes” (p. 293).
           No fue por ventura sino a fuerza de la educación germana: la tradición de
           hacer aprender el latín a los aspirantes a una formación superior redundó
           en facilitar a los científicos el acceso al idioma del país.
              El libro al que se refiere esta reseña tiene el enorme mérito de desen-
           terrar y presentar en dieciséis trabajos una apreciable cantidad de investi-
           gadores pioneros y de temas, bajo el punto de vista de cómo la actividad
           profesional de varias generaciones de inmigrados de habla alemana trató,
           sea en referencias aisladas o como tema central o secundario, las culturas
           autóctonas. Esto permite referirse a un abanico de personalidades del ám-
           bito germano que es bien amplio, pues luego de un trabajo introductorio
           sobre la Academia de Ciencias Naturales en Córdoba, con sus integrantes
           naturalistas alemanes (por Sergio Carrizo), el libro comienza con el insosla-
           yable Germán Burmeister, más conocido que los otros casos. Burmeister
           es relativizado en su papel de mediador que introdujo a muchos otros in-
           vestigadores; se le observa aquí su carácter autoritario y áspero y el he-
           cho de seguir publicando en Europa (Pablo Perazzi). El libro trata, entre
           los miembros de la Academia de Córdoba a Paul Günter Lorentz (Daniel
           D. Delfino y Gustavo Pisani). Entre los antropólogos, a los suizos Santiago
           Roth, que excavó y llevó a Europa animales prehistóricos y cerámica indí-
           gena y luego se integró al Museo de Ciencias Naturales en La Plata (Vivian
           Scheinsohn), y a Adolph Methfessel, pintor, dibujante y coleccionista para
           el mismo museo. Este último se aborda en un artículo en el que primero (pp.
           138-140) se ubica a los museos naturalistas como lugares didácticos para
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