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108 REINHARD ANDRESS
blanco fortalecido. Todo esto supone tener que pasar algunas pruebas de
fuego, que pueden tener un fi nal fatal. En Komplott zu Lima, nuestro escép-
tico Roberto parece confi rmar que puede ser así y que el transcurso de la
historia aparenta no tener sentido.
¿Debemos aceptar la postura escéptica de Schopfl ocher? ¿Debemos
volvernos pesimistas? Yo prefi ero creer que las notas biográfi cas de Ro-
berto en Weit von wo también tiene un carácter ejemplifi cador. El subtítulo
de su autobiografía es “Mi vida entre tres culturas”, y al respecto Roberto
escribió algo que quiero citar primero en original y luego en español:
Drei Welten sind es, denen ich zeitlebens verhaftet blieb, in die
ich hineinwuchs und in denen ich ein und aus gehe. Erstens, allen
negativen Erfahrungen zum Trotz, die deutsche Kultur und Lebensart
– romantisch, idealistisch gefärbt. Zweitens, ein Judentum, das,
allerdings stark agnostisch durchsetzt, mit keinem regelmäßigen
Synagogenbesuch verbunden ist. Diese Parallelwelten verdanke
ich meiner Kindheit in Mittelfranken und der Pestalozzi-Schule in
Buenos Aires, dem Jüdischen Landschulheim in Deutschland und
schließlich dem Kontakt mit den russischen Juden in den Baron-
Hirsch-Siedlungen, wo ich meine Berufslaufbahn begann. Meine
dritte Welt wurde das lebensrettende Argentinien mit seinen
herrlichen Landschaften und seiner liebenswerten Bevölkerung.
Dort erhielt ich meine Ausbildung als Diplomlandwirt, gründete
meine Familie, kamen meine Kinder, Enkel und Urenkel zur Welt,
und dort bin ich, mit kurzen Unterbrechungen, seit über siebzig
Jahren zuhause. Mein Leben lang bemühte ich mich um die Balance
dieser permanent fl uktuierenden Dimensionen, ohne mich eindeutig
auf eine derselben festlegen zu können. Das von vielen Exilanten
beschriebene Gefühl der Heimatlosigkeit lernte ich in dieser Form
nie kennen, obwohl ich mich weder als Deutscher betrachte noch
als Argentinier (19).
Son tres mundos en los cuales he estado arraigado toda mi vida,
en que crecí y donde entro y salgo. En primer lugar, a pesar de
todas las experiencias negativas, la cultura y el estilo de vida ale-
manes – coloridos de romanticismo e idealismo. En segundo lugar,
el judaísmo, aunque entremezclado con un agnosticismo fuerte, sin
visitas regulares a la sinagoga. Estos mundos paralelos debo a la
niñez en la Franconia y a la escuela Pestalozzi en Buenos Aires, al
hogar que me ofreció la escuela judía en Alemania y fi nalmente al
contacto con los rusos judíos en las colonias del Baron Hirsch don-
de comencé mi carrera. Mi tercer mundo llegó a ser Argentina, con
sus paisajes maravillosos y su población amable, lo que me salvó
la vida. Allí recibí mi formación como ingeniero agrónomo, fundé mi
familia, donde nacieron mi hijos, nietos y biznietos, y allí me siento
en casa desde hace más de 70 años. Toda mi vida me he esforzado
en alcanzar un balance entre estas dimensiones permanentemente
fl uctuantes. Nunca he llegado a conocer la sensación de la falta de