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HOMENAJE AL ESCRITOR ROBERTO SCHOPFLOCHER: UNA VIDA ENTRE TRES CULTURAS 105
recuerda que su familia al principio tenía una actitud positiva, ali-
mentada por las promesas del demagogo, del “descamisado”, para
acceder al poder y que el lema cargado de elementos nacionalistas
era la creación de “una patria con justicia social e independencia
económica”.
Fredy, por el contrario, siente desde el primer día mucha desconfi an-
za ante la vertiginosa carrera del ofi cial que asombraba a las masas
con discursos y gestos teatrales. Y mucho más frente a la aparición,
poco tiempo después, de Eva Duarte, hasta entonces una actriz ig-
nota con la que Perón se casa y que lo apoya con éxito. Como Evita
Perón logró conquistar el corazón del pueblo con sus discursos apa-
sionados y no se acobardó a la hora de pedir a las masas con voz
rasgada alambre para enfardar para colgar a los enemigos. (151-52)
Ya se nota aquí la manera en que Roberto trató de presentar una discu-
sión equilibrada de la historia peronista en el marco de las voces subjetivas
de las fi guras de un texto literario.
Pero al mismo tiempo, cuestionó la perspectiva subjetiva a través de la
memoria defi ciente que tenemos. Como psicóloga, María Inés sabe que “la
actividad del cerebro humano no es confi able” (49) cuando mira hacia atrás
y recuerda los hechos que involucraron a su hija Adriana en las actividades
terroristas de los Montoneros y que causaron que terminara entre los des-
aparecidos. Así, no es posible saber con exactitud si “una de sus terribles
historias” (211) fue real o no: la historia de la aparición fantasmagórica de
Adriana, ya en poder de los militares, a todas luces drogada, perfumada y
con un maquillaje involuntariamente grotesco. Es la última vez que la tía ve
a su hija. El episodio es surreal “a pesar de que más tarde muchas de las
camaradas que lograron salvarse le contaron a Enrique que los torturadores
realmente solían jugar este tipo de bromas macabras” (212). Como señal de
la memoria defi ciente, los tramos narrativos de María Inés aparecen titula-
dos cinco veces como “Jirones de recuerdos” (225).
Otros temas de la novela son la falta de ilusiones, condicionada por un
país sacudido constantemente por las crisis, el agradecimiento por la re-
cepción de muchos inmigrantes y, a pesar de todo, Argentina como un país
de esperanzas en el futuro. Roberto nos presentó un país multifacético,
dividido en tres grupos. Más allá de las fracciones de izquierda (represen-
tadas, por ejemplo, por los montoneros) y la derecha (los militares y dicta-
dores), el mayor grupo es el conformado “por la mayoría silenciosa”: “que
solo quiere ir a trabajar en paz y nada más” (19-20).
En Die verlorenen Kinder surge una imagen de Argentina llena de con-
tradicciones. Y precisamente allí se encuentra la fortaleza de la novela para
sus lectores alemanes: en la destrucción de los clichés de un país que
desde el exterior suele reducirse a regímenes militares, dictadores, buena
carne, tango o el musical Evita de Andrew Lloyd Weber. Pero al mismo
tiempo, lo que queda después de la destrucción de los clichés es una gran
irracionalidad. Max Adler, un renombrado cirujano de Berlín que emigra a
la Argentina lo resume con total claridad en la novela: “El hombre como ser