Page 107 -
P. 107
106 REINHARD ANDRESS
racional es un mero constructo teórico” (160). La frase nos hace refl exionar
sobre la historia argentina y otorga validez general a la fuerza expresiva de
la novela. La mencionada destrucción de los clichés y esta fuerza expresiva
general sirven para expandir los horizontes de los lectores de habla alema-
na. Me parece que valdría mucho la pena traducir esta novela también al
español y publicarla en Argentina para contribuir aquí de una forma literaria
a una discusión equilibrada de la historia argentina.
Hasta cierto punto, también se podría decir esto sobre la última novela
de Roberto, Das Komplott zu Lima (El complot en Lima). Aquí tenemos la
ventaja de que el autor escribió esta novela hace muchos años en espa-
ñol, pero no encontró un editor en Argentina, por lo que recién se publicó
en 2015 con una traducción propia en Alemania. Esta novela se diferencia
de todas sus otras obras por el hecho de que el autor se sumergió en el
pasado de otro siglo, quiero decir en la Inquisición de las colonias latinoa-
mericanas. Al hacerlo, estableció relaciones no solo con el Holocausto, sino
con nuestro tiempo en general; relaciones que dan cuenta de la trágica
continuidad de los procesos históricos.
En el centro de la trama se encuentra la familia Acosta, originalmente
judía pero convertida al cristianismo, y su hija Elvira. En 1619 llegan desde
Brasil a Buenos Aires, huyendo de la Inquisición que no se detiene ni si-
quiera ante los judíos conversos. Pero no se puede decir que encuentran un
refugio, porque pronto se convierte en el trofeo de guerra de intereses eco-
nómicos y religiosos. La familia sigue escapando primero hacia Córdoba,
luego a Santiago de Chile y llega fi nalmente a Lima, donde ellos y su entor-
no social se ven atrapados aún más por las garras de la Inquisición. Elvira
es encerrada durante dos años en el calabozo de la Inquisición, acusada
de ser una cristiana “judaizante”, pero por fi n logra su libertad tras abrazar
completamente la fe católica. Sale a la cárcel justo a tiempo para presenciar
el histórico auto de fe de 1639 que entró a la historia como el proceso de
Complicidad Grande, de donde surge el título de la novela.
En este proceso hubo sesenta y dos detenidos, que recibieron diferen-
tes castigos, once de ellos fueron “relajados”, es decir, entregados a las
autoridades terrenales para que ejecutaran la pena de muerte puesto que la
Iglesia, en su cinismo, no quería mancharse las manos con sangre. Una de
las víctimas del auto de fe es Juan, el esposo de Elvira, condenado a cuatro
años de trabajo en las galeras, exiliado de las colonias y a cadena perpetua
en el calabozo de Sevilla tras acabar con su servicio como remero. Elvira
no vuelve a verlo nunca más, tampoco a su hijo Enriquillo, que se salva por
la intervención de otros pero desaparece. En busca de su hijo, Elvira vaga
por las colonias, adopta a dos niños huérfanos y acaba fi nalmente como
anciana en Buenos Aires, donde espera su muerte.
El papel del narrador omnisciente sale a los ojos de una manera muy
clara en esta novela. Cuando Elvira presencia el auto de fe de 1639, cree
morir:
Pero conservó la cordura, y no murió. Cuando el ataque fi nalmente
terminó, se puso de pie y trató de orientarse. Se acercó a un bebe-