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           estudio. En el marco de mis investigaciones, tuve la oportunidad de encon-
           trarme con él y su esposa, Ruth, tres veces en Buenos Aires, donde habla-
           mos sobre sus textos, claro, pero también de la vida y de bueyes perdidos.
           Roberto era un hombre profundamente marcado por su tiempo, con quien
           era muy sencillo entablar una conversación. Es por todo esto que, cuando
           la Dra. Regula Rohland me invitó a participar en un homenaje a Roberto en
           Buenos Aires en septiembre de 2016 después de su muerte, el 23 de enero
           de ese mismo año, no dudé ni un momento en aceptar. El 14 de abril de
           2023 hubiera cumplido cien años, y en ocasión de esa fecha me gustaría
           honrar su vida y su producción literaria con una versión expandida de mi
           contribución para el homenaje de aquel por entonces. Si mis comentarios
           aquí animan a los lectores a leer o releer alguno de los libros de Roberto,
           creo que esa es la mejor forma de recordarlo, al menos una que a él le hu-
           biera gustado. 2
              En primer lugar quiero empezar trazando la biografía de Roberto Scho-
           pfl ocher, que fue clave para su vida entre tres culturas, quiero decir para su
           evolución lingüístico-literaria y para su proceso creativo. Roberto nació en
           1923 en Fürth, Alemania, hijo de padres judíos que pertenecían a la clase
           media educada, liberal y asimilada. Después de que Hitler llegó al poder en
           1933, el muchacho de once años fue expulsado de su colegio de acuerdo
           con las leyes anti-judías promulgadas en 1934. Fue enviado a una escuela
           judía en la ciudad de Herrlingen vinculada con el conocido fi lósofo y teólogo
           Martin Buber (1878-1965). Durante los cuatro años que pasó en la escue-
           la recibió una excelente educación general judeo-alemana hasta lograr la
           emigración a la Argentina en 1937, gracias a las conexiones comerciales
           de la familia.
              A la edad de quince años, Roberto quedó fascinado por la exótica vida
           en Buenos Aires, aunque no estaba expuesto completamente a ella por la
           simple razón de continuar su educación en alemán en la escuela Pestalozzi,
           concebida como una fuerza en contra del fascismo. Así se grabaron en la
           mente de Roberto los bienes culturales alemanes y judíos; leía incesante-
           mente autores como Stefan y Arnold Zweig, Hermann Hesse, Lion Feucht-
           wanger, Thomas y Heinrich Mann, Erich Kästner, Rainer Maria Rilke, Max
           Brod y Franz Werfel. A pesar de haber asistido a la escuela Pestalozzi tan
           solo un año y medio, esta experiencia marcó su vida y su desarrollo intelec-
           tual. Con los primeros años en Alemania, todo eso formó la base de dos de
           las culturas en la vida de Roberto: la alemana y la judía.
              En la capital argentina, Roberto vivía por aquel entonces en “una isla de
           cultura alemana en medio de Buenos Aires” como lo describió (“Verfrem-
           dung”). Se estima que entre 1933 y 1945 había entre 30 y 45 mil inmigrantes
           de habla alemana en la Argentina, la mayoría de ellos judíos, de los cuales el
           95% se había establecido en la capital (ver Sauveur-Henn). Este hecho tuvo
           repercusiones socio-culturales. Así, por ejemplo, los inmigrantes judíos fun-
           daron asociaciones culturales y de benefi cencia, sinagogas y clubes de-
           portivos en los cuales Roberto participó activamente. Había periódicos ale-


           2  Para mis comentarios aquí, me he basado en mis trabajos anteriores sobre Schopfl ocher
           que se encuentran en las “Obras citadas”.
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