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36 JUAN MORELLO
Bindernagel 2018: 108; Rinke 2019: 57-80, 120-122), se han contrapuesto otras
visiones que ponderan la idea de una comunidad mucho más permeada por la
cultura porteña, predominantemente bilingüe y menos influenciada por los acon-
tecimientos de ultramar (Bryce 2019: 38). La comunidad científica, empero,
estaba constituída básicamente por alemanes nacidos en el Reich. La mayoría
de ellos viajaban contratados por un tiempo determinado a la Argentina para
luego retornar. Quienes se quedaban por un período más prolongado, solían
viajar con cierta regularidad a Alemania. En este caso en particular, entonces,
era claro que lo que ocurría en Europa los afectaba directamente porque los lazos
que mantenían con la madre patria eran más fuertes: Alemania era donde habían
nacido y crecido, el alemán era su lengua natal y en ese país se habían formado
intelectualmente.
En medio del contexto desfavorable que presentaba el escenario porteño al
comienzo de la guerra, la comunidad científica hizo méritos por intentar enca-
bezar la defensa y se hizo de sus propias armas para enfrentar los embates
agresores. Quizá el ejemplo más claro sea el de Wilhelm Keiper, un pedagogo
alemán ampliamente reconocido en la comunidad, que había asumido la direc-
ción de la DWV en 1913 y se hizo cargo de organizar la propaganda pro-alemana.
En esos años actuó como jefe de redacción del periódico Deutsche La Plata
Zeitung, fue el segundo director de la publicación de la DWV anterior a Phoenix,
publicó diversos boletines, fundó la Empresa Editorial Germana y logró que la
cantidad de socios de la Asociación Científica Alemana ascendiera de 150 a 500
(Bujaldón de Esteves 2008: 167; Newton 1977: 35). Participó también en la direc-
ción de la Unión Germánica para la Argentina (Deutscher Volksbund für Argen-
tinien – DVA) creada en 1916 por iniciativa del embajador alemán Karl von
Luxburg. Dicha asociación, que debía ser "puramente cultural y apolítica" (New-
ton 1977: 57), pronto fue cooptada por los miembros más pudientes de la comu-
nidad, todos ellos varones y alemanes. Allí, Keiper se encargó de editar Der Bund
(La Unión), la publicación mensual de la DVA de marcado corte nacionalista, y
se puso al frente de la recién creada Casa de las Asociaciones Alemanas (Deut-
sches Vereinshaus – DV) (Bujaldón de Esteves 2008: 167).
Para ese entonces, la comunidad científica alemana en Argentina ya tenía
una historia propia. Comenzó con la llegada del zoólogo Hermann Burmeister
en 1862, quien se hizo cargo del Museo Argentino de Ciencias Naturales. Más
adelante, en 1868, bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento promo-
vió la fundación de la Academia de Ciencias Naturales de Córdoba, donde llevó
a trabajar a varios compatriotas suyos dedicados a la química, la botánica y la
mineralogía, entre otras especialidades. Posteriormente, en 1897, otro personaje
que luego adquiriría renombre iba a venir a la Argentina por intermedio de Fran-
cisco P. Moreno, se trataba del antropólogo, médico y etnólogo Robert Leh-
mann-Nitsche, quien se hizo cargo del departamento de antropología del Museo
de La Plata. También trabajaron e investigaron en la Argentina geólogos, geó-
grafos y topógrafos alemanes que realizaron cuantiosas expediciones explora-
torias. De esta comunidad, nace la Deutsche Akademische Vereinigung
(Asociación Académica Alemana) en 1897 que cambiará de nombre a Asociación
Científica Alemana en 1904. Para ese mismo año, el ya nombrado Keiper se
encontraba entre los fundadores del Instituto Nacional del Profesorado Secun-