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16         ESTEBAN BUCH, GERMÁN FRIEDMANN Y ROBERT KELZ



           caso Priebke, cuando dos días después de su difusión el gobierno italiano
           pidió la extradición por su participación en la masacre de las Fosas Ardea-
           tinas de 1944. Eso culminó con la condena de Priebke en 1998 a cadena
           perpetua, que cumplió en arresto domiciliario en un departamento de Roma
           hasta su muerte en 2013.
              Yo digo a veces que mi libro fue transformado por su recepción, pues
           el título El pintor de la Suiza argentina alude a un personaje principal, que
           por cierto no es Priebke. Ese pintor es Toon Maes, un artista belga que,
           tras militar en el ultranacionalismo fl amenco en los años 30, fue durante la
           guerra el jefe de propaganda de la organización DeVlag, que quiere decir
           “la bandera” en fl amenco. Fue la entidad colaboracionista más cercana a
           los nazis, tanto por su programa ideológico como por su participación en
           el gobierno de Bélgica ocupada. El libro es una in vestigación sobre Toon
           Maes, no solo sobre su historia personal, sino también sobre su obra pictó-
           rica. La idea que desarrollo es que, tras su llegada a Bariloche en 1952, su
           obra resumió algo del imaginario de la Suiza argentina, la visión de Barilo-
           che como un lugar de cultura europea en un paisaje parecido a los Alpes.
           A la vez el libro contenía la primera denuncia pública de la participación de
           Priebke en la masacre de Roma, el crimen de guerra por el que en 1998
           será condenado por la justicia italiana. Así, mi libro sobre Maes se transfor-
           mó en un libro sobre Priebke, que sin embargo en mi relato de 1991 era un
           personaje secundario. Por eso la primera parte del libro de 2024, la parte
           nueva, comienza por un capítulo sobre Priebke.
              Cada uno a su manera, Priebke y Maes encarnan lo que el libro de 1991
           llama un pacto de silencio en torno a la presencia de nazis en Bariloche.
           Ese pacto de silencio lo ilustra algo que me dijo Priebke, y es que para “los
           nuestros”, como él dice, hablar “de política” era “completamente tabú”.
           Pero lo que me interesa ahí no es el cliché conspiracionista de unos per-
           sonajes reunidos hablando en voz baja, pintados en tono crepuscular, sino
           un fenómeno más complejo, que incluye acuerdos tácitos entre personas,
           pero también silencios textuales. Cómo los discursos públicos producen
           efectos de silencio lo trabajo en un capítulo que se llama “Esconda a un
           nazi en su ciudad-texto,” buscando en el archivo los modos en que, por
           ejemplo, los periodistas habían ocultado el pasado nazi de Toon Maes. La
           idea del pacto será retomada de otros modos, por ejemplo, en la película
           de Carlos Echeverría, Pacto de silencio (2006), y en el libro de Hans Schulz
           Mandato paterno (2012), dos obras con una postura crítica hechas a partir
           de una experiencia “desde adentro” de la comunidad alemana.
              Bueno, yo creo que puedo parar aquí. Pero antes de devolverles la
           palabra a Germán y a Robert quisiera compartir con Ustedes dos docu-
           mentos clave para entender lo que les estoy contando. El primero es el
           momento de mi entrevista con Priebke en que él se pone a hablar de la
           masacre de Roma:
                 Documento audio, voz de Erich Priebke: Nosotros teníamos un
              caso en Roma, pero nada con judíos, y… los comunistas había… o
              sea… una bomba, una bomba grande, y murieron enseguida treinta
              y dos, treinta y tres soldados, entonces había un acto de represalia,
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