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20         ESTEBAN BUCH, GERMÁN FRIEDMANN Y ROBERT KELZ



              Pasaron muchos años antes de que el testimonio de Silvia Dalila Herbst
           fuera público. Lo que acaban de ver es de un documental del año 2010, y
           lo que allí dice sobre el rol de mi libro recién ahora se está transformando
           en una verdad un poco más conocida. Por ejemplo, con la publicación en
           Italia, en marzo de este año, de Il carnefi ce de Antonio Iovane, un libro de
           investigación que fue anunciado en la primera página de La Repubblica, el
           mayor diario italiano, como la “vera storia” del caso Priebke. Así que bueno,
           ahora se está conociendo por fi n la “vera storia”, como dice ese periodista.
           Y por supuesto, para mí es una satisfacción, inútil negarlo, ¿verdad?
              Robert Kelz: Más vale tarde que nunca.

              Germán Friedmann: Son muchas las cosas que me gustaría preguntar,
           porque el libro de Esteban, en su versión publicada a inicios de la década
           de 1990 y en la actual, plantea, como todos los buenos libros, un montón
           de cuestiones y abre muchísimas preguntas tanto sobre su tema específi co
           como sobre aspectos más generales: por ejemplo, la relación entre el autor
           y su obra (pensando tanto en Maes y su pintura como entre el autor Buch
           y la recepción de su libro); las formas de distribución (una gran editorial,
           pero la que se encargaba de llevar los libros era tu madre); los géneros o la
           necesidad que tienen algunos de categorizar a tu libro como una novela, o
           una investigación periodística, o lo que sea.
              Vos en un momento señalás que el tuyo es un libro sobre los nazis
           en Bariloche, ¿no? Pero es un libro sobre los nazis de Bariloche escrito
           con mucha seriedad y rigurosidad, una rara avis en medio de una serie de
           producciones que ya forman parte de una industria muy exitosa, que inclu-

           ye libros, películas, series, documentales, que, con diferentes formatos se
           centró en la búsqueda de Hitler en diferentes regiones del país; y, aunque
           todavía no lo han encontrado, hay que reconocer que estas personas tienen
           una persistencia notable.
              Y en el caso de Bariloche en particular, probablemente inspirados en el
           espíritu turístico del lugar, hay todo un circuito que se puede hacer, promo-
           cionado como “un tour del nazismo,” que “podés terminar con una delicio-
           sa cerveza”, te dicen. No sabemos si elaborada por Elvis Presley cuando
           estuvo en la Patagonia, porque convengamos que esto también responde a
           la demanda de un público fascinado con las teorías conspirativas.
              Así que eso te coloca en un lugar extraño. Yo quería preguntarte mu-
           chas cosas. Pero primero quiero hacer un comentario sobre algo central
           en tu libro, que es el pacto de silencio. Yo me preguntaba hasta qué punto
           todas las comunidades sociales, entre ellas las naciones, no realizan pac-
           tos de silencio en el sentido de Renan, quien decía que las personas, en
           tanto integrantes de identidades colectivas, se encuentran menos unidas
           por sus recuerdos que por sus olvidos, y que lo único que los miembros de
           una sociedad comparten realmente es lo que borraron de la memoria de su
           pasado en común. Por ejemplo, el antifascismo en las décadas de 1930 y
           1940 hizo un pacto de silencio ante los crímenes de Stalin, el Estado turco
           actual lo ha hecho sobre el genocidio armenio, o en buena medida el Esta-
           do argentino con la manera de lidiar con la expoliación, exterminio y mar-
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