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DE LAS BIOGRAFÍAS DE UN LIBRO. EL PINTOR DE LA SUIZA ARGENTINA  45



               saber que fui el dador de su último texto. Incluido este texto.” (1991: 157).
               En la edición de 2024, afi rma: “La última frase del libro me ha atormenta-
               do.” Y agrega: “Hoy le contesto con la dedicatoria de esta nueva edición a
               Siegfried y Lucie Buch, muertos en la Shoá, y también a mi hija Juliette que,
               siendo muy joven, ya conoce el valor de la memoria.” (2024: 75).
                  Numerosos relatos familiares acerca del exterminio de los judíos se cie-
               rran con una afi rmación de la supervivencia de la transmisión generacional
               (de Maus de Art Spiegelmann, 1980-1991, a La lista de Schindler, 1993);
               pero en este caso se trata también de poner en valor aquello que un narra-
               dor quiere reivindicar. ¿Quién merece la frase fi nal de un texto? Fechado
               el 24 de marzo de 2024, día del aniversario del golpe de estado que inició
               la última dictadura cívico-militar argentina, “Historia de un libro sobre los
               nazis de Bariloche (2024)”, la dedica al “Nunca más”, subrayando de este
               modo la actualidad que ha cobrado el texto de 1991 en 2024.



               Intervenciones oblicuas
               La hibridez genérica de El pintor de la Suiza Argentina caracteriza los textos
               “transfronterizos”, es decir los que borronean y cuestionan las fronteras
               entre relato fi ccional y no fi ccional, como lo he propuesto en trabajos ante-
               riores (Louis 2023, 2024ª, 2024b). Una de las características principales de
               estos textos es que su poder de intervención en lo real resulta imposible de
               prever, porque el cuestionamiento concierne los poderes de los discursos
               que convocan; cuestionan además la separación, la compartimentación
               entre los espacios sociales, porque hacen posible la circulación de dis-
               cursos y formas narrativas que habitualmente tienen zonas de recepción
               diferenciadas.
                  El objetivo de los relatos transfronterizos, por lo tanto, no es despertar
               la consciencia política, o social del lector, como lo hacía el tradicional testi-
               monio latinoamericano, oponiéndose a la fi cción, o según el modo de la lla-
               mada literatura militante. Sus objetivos, en verdad, son variados y difusos.
               Mi hipótesis, sin embargo, es que buscan posicionarse en relación con la
               jurisdicción, a veces oponiéndose a ésta, pero más a menudo, para señalar
               puntos ciegos. Contienen una demanda de transformación de la realidad
               difusa, que apunta sobre todo a subrayar zonas y aspectos de la legalidad
               que resultan insufi cientes para obtener justicia; la denuncia puede referirse
               a la actuación en dentro del nacionalsocialismo (Maes), a la responsabili-
               dad de una masacre (Priebke), al testimonio en contra de un agente de la
               represión (como en el caso de Vanina Falco en Mi vida después de Lola
               Arias, 2009) , o al feminicidio (Chicas muertas de Selva Almada, 2015). En
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               12  Mi vida después de Lola Arias (Teatro Sarmiento, 2009) pone en escena a seis actores
               nacidos en los años 1970 y comienzos de los 1980, que reconstruyen la juventud de sus
               padres mediante cartas, fotos, grabaciones, ropa, y recuerdos olvidados. Vanina Falco,
               hija de un policía que se apropió un hijo de desaparecidos, Juan Cabandié, forma parte
               de ellos; en Argentina la ley prohíbe que los hijos sean testigos contra sus padres, pero
               luego de dos años de representación, su abogado argumentó que la obra equivalía a un
               testimonio, y el juez la autorizó a testimoniar en contra de su padre.
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