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104 ROBERT KELZ
rra, Schlichter-Crilla fundó un estudio de teatro para niños que, de hecho, fue
uno de los primeros en Argentina. En octubre de 1945, Schlichter-Crilla dirigió a
un grupo de alumnos refugiados y actores profesionales del Teatro Alemán Inde-
pendiente, el Idisches Folkstheater y la Comédie Française en una representación
de Die Prinzessin und der Schweinehirt (El porquerizo) de Hans Christian Ander-
sen. Schlichter-Crilla adaptó el cuento para que se ajustara a la vida de los niños
refugiados, por lo que agregó un prólogo que ambientaba la obra en la Buenos
Aires contemporánea, en lugar de la Europa medieval (AT, 23/10/1945). En con-
secuencia, la obra poseía un hilo migratorio paralelo al del público y de los acto-
res. La presentación incluía un marco en el que los personajes principales eran
dos niños emigrantes: Juancito, un vendedor de periódicos, y su amigo Cachito.
Ambos tenían vidas humildes, similares a las de muchos de los niños del público,
quienes, como Juancito y Cachito, lidiaban no sólo con la pobreza, sino también
con un nuevo idioma y un proceso de adaptación a la sociedad argentina.
La historia relataba que una tarde Juancito pregonaba las noticias del día a los
transeúntes, cuando descubre un libro viejo y desvencijado en una montaña de
basura. Lo hojea intrigado, hasta que se da cuenta de que el libro es una colección
de cuentos de hadas de un contexto muy alejado de su Buenos Aires. Juancito y
Cachito descubren un título que les llama la atención: Die Prinzessin und der
Schweinehirt. Quedan perplejos ante la insólita relación planteada en el cuento
entre una princesa y un porquerizo, pero no pueden satisfacer su interés porque
las páginas están muy dañadas e ilegibles. Los niños quedan fascinados, y elu-
cubran tramas y personajes para generar encuentros entre ambos protagonistas.
Sus mundos de ficción son un escape de las luchas de la emigración, los cuales
continúan hasta en sus sueños, donde ellos mismos participan en la acción.
En la representación, al final del prólogo, Juancito extrae una cuchara escon-
dida debajo de su camisa y abre una puerta al “país de los sueños”, con lo que
da inicio a la obra. Después de cada acto, Juancito y Cachito se encuentran
delante del telón y analizan la acción con el público, a fin de llevarlos consigo a
su colorido mundo de fantasía (AT, 25/10/1945). Mediante la amistad y la imagi-
nación, Juancito y Cachito afirman la inexorable presencia de la incorruptible
libertad espiritual y creativa de cada persona, incluso de aquellos tan humildes
y vulnerables como los niños refugiados.
El Argentinisches Tageblatt describió Die Prinzessin und der Schweinehirt
como “la presentación más inspiradora en años” (ibid.). De hecho, el trabajo
entre bambalinas fue tan inspirador como la actuación al otro lado del telón. Bajo
la dirección de Schlichter-Crilla, jóvenes emigrantes colaboraron con actores
profesionales del teatro argentino, francés, idish y alemán, por lo que estuvieron
expuestos a numerosos estilos de actuación y conocieron distintas culturas,
algo crucial para superar el hipernacionalismo que habían sufrido en Alemania.
Además, Schlichter-Crilla alentaba a los jóvenes actores a que individualizaran
los personajes que les habían asignado. Según varios de sus alumnos, esta
libertad creativa, maximizada por la colaboración con actores profesionales adul-
tos, les permitió alcanzar altos niveles de autoestima y logro artístico.
El mensaje de inclusión e integración de Schlichter-Crilla y el Teatro Alemán
Independiente parece haber encontrado eco en las dos poblaciones germano
hablantes de la ciudad de Buenos Aires. Una de las cartas de agradecimiento