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188 PEDRO N. SADLER
Destaco que, en mi casa, como en la de todos los amigos de mis padres, se
seguían desarrollando sus tradiciones, costumbres y cultura. Era obligatorio
hablar alemán, para que cuando fuésemos a Europa, conociéramos y entendié-
semos todo allí.
Aparte de ello señalo que, entre los muchos amigos de mis padres, no hubo
hasta el nazismo ningún tipo de diferencias, cualquiera fuese la religión que
profesaran los mismos. Hago notar que esas relaciones entre semejantes de
diversos credos siguieron, con muchos, por siempre.
Transcribo lo expuesto respecto al tema de los judíos de habla alemana, radi-
cados antes del nazismo en la Argentina, por el Dr. José S. Weil, uno de los fun-
dadores de la AFI y que se publicó en la revista Filantropía (publicación de la AFI):
Nosotros, los judíos alemanes que hemos vivido en la Argentina antes
de la época nazi, nos consideramos alemanes, al mismo tiempo que
sentimos una profunda lealtad hacia la Argentina, nuestra nueva patria.
En la mayoría de los casos, pertenecíamos a las instituciones de la
comunidad alemana, como por ejemplo las asociaciones mutuales,
deportivas y escolares, el Club Alemán, etc. Nuestra afiliación al
judaísmo y sus instituciones fue de muy variada índole. Algunos eran
socios de la Congregación de la calle Libertad, otros de una comuni-
dad más ortodoxa, como la hoy llamada "Moldes". Sin embargo, para
muchos el compromiso religioso era poco o nada. Quizás les había
quedado la conciencia de su origen judío. Muchos demostraron indo-
lencia y falta de interés para los asuntos judíos, principalmente provo-
cado por su afán de asimilarse.
Al llegar los nazis al poder en Alemania, nuestro mundo se desplomó. Los
que nos sentíamos unidos a la vieja patria, considerábamos como una
gran desgracia o injusticia que un "cabo austríaco cualquiera" lograra
dirigir el destino de Alemania, privándonos de nuestros derechos y
poniendo en peligro la existencia de nuestros familiares. Olvidado fue lo
que nuestros padres habían hecho por el país, por el que ya habían
luchado en la guerra de 1870, o perdido su vida en la Primera Guerra
Mundial, ni hablar de las magníficas obras con las cuales los judíos ale-
manes habían participado en la estructura y el bienestar del país, donde
después de centenares de años creyeron haber adquirido el derecho de
considerarla como su patria. (Filantropía, abril /mayo 2003: 11)
Lo que acontecía en Alemania, con el ascenso al poder de Hitler y las terribles
decisiones que se fueron tomando, en especial contra los judíos allí radicados,
produjo en el mundo y en nuestro país la inquietud de muchísima gente, pero
naturalmente más entre los judíos de habla alemana; temían por sus parientes,
amigos, conciudadanos, que constituían parte importante de sus vidas, su
pasado, su presente, haciéndoles temer por el futuro de sus allegados y por las
consecuencias que ello podría traer en su propio porvenir, y la necesidad de
lograr que las ya víctimas se exiliaran, a la mayor brevedad a donde fuera posible.
Los residentes en Argentina procuraron traer a sus familiares y amigos al país
donde vivían, en el cual había paz y concordia.