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SETENTA AÑOS. RECUERDOS. PARTE I               59



              de nuestra sirvienta, que había ido a buscar agua –en esa época todavía no
              existían cañerías–, se cayó al lago y fue rescatada por el sereno; y también de
              la cara de un pícaro canalla al que sorprendimos intentando robarnos la ropa
              tendida en el desván.
                 En el año 1875 nos mudamos a Karlsruhe, donde mi padre empezó a traba-
              jar como administrador de los talleres del ferrocarril. Como no se había resta-
              blecido de la afección pulmonar que contrajo, debía pasar los inviernos en Meran
              o en Pontresina. Una vez, cuando en los talleres por descuido de un operario
              prendió fuego uno de los armarios, y los bomberos llegaron tarde porque justo
              estaban en una fiesta, el pequeño fuego pasó a mayores y no solo alcanzó los
              talleres sino también nuestra casa. Mi padre enfermó como consecuencia de
              las grandes preocupaciones y esfuerzos, y tuvo una hemorragia de la cual nunca
              más se recuperó. A los 44 años falleció dejando a su mujer con tres hijos: mis
              hermanas, Lucy y Gertrud, y yo. Unos años antes también había fallecido mi
              abuelo, y mi abuela Therese se había mudado con nosotros. Después de la
              muerte de mi padre tuvimos que dejar la vivienda de la compañía en la Bahnho-
              fstrasse y nos trasladamos a la Noackstrasse. Entretanto yo había cumplido doce
              años y ya estaba en el tercer curso de la secundaria , pero le daba muy pocas
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              satisfacciones a mi madre como alumno. No fue muy reconfortante que uno de
              los profesores comentara que era una lástima que yo estuviese en una clase
              con tantos buenos alumnos a los cuales no podría seguir.
                 /9/ Dos años más tarde falleció mi abuela, y mi madre, que tenía la misma
              enfermedad que mi padre, se trasladó a Baden-Baden, donde en el año 1887
              logré aprobar mi Abitur. Así fue como me encontré frente a una de las decisiones
              más importantes de mi vida. Lo que más me hubiera gustado era ser pintor, pero
              la precaria situación de mi madre, que solo vivía de su magra pensión, impidió
              que mi sueño se cumpliera. Tampoco podía estudiar una carrera universitaria,
              cosa que por otra parte no deseaba.
                 Así que no me quedó más remedio que emprender una profesión práctica y
              opté por la de comerciante. Eso me daba rápidas posibilidades de progreso, no
              solo para mí sino también para ayudar a mi madre y a mis hermanas. Por
              supuesto que me resultaba duro asistir a la oficina, porque ansiaba el arte, el
              aire, la luz y la libertad, pero lo hice pensando en mi madre. En realidad no había
              sido un hijo amoroso, pero sabía cumplir mi deber de hijo. No es que no amara
              y venerara a mi madre, ni que no le estuviera agradecido por su abnegado amor,
              pero nuestra apretada situación me causaba enojo y amargura. No me gustaba
              quedar rezagado, y llegar a ser "solo" un comerciante hería mi autoestima. Lleno
              de desesperación, hice de tripas corazón y tres días después de recibirme partí
              a Neuchâtel, donde comencé a trabajar como aprendiz en el banco Pury & Co.
              Mi primera tarea consistía en copiar y escribir direcciones en una impresionante
              cantidad de correspondencia. Después tenía que sumar los libros contables y
              finalmente también me permitieron escribir cartas sencillas: "Nous avons
              l'honneur de vous remettre", etc. Ni por asomo puede hablarse de un verdadero

              9    Se verá en el párrafo siguiente que hace el Abitur, examen final del bachillerato alemán. La
              escuela secundaria se dividía de la común, la Volksschule, de ocho años, luego del cuarto
              curso, y una de las opciones era el Gymnasium que llevaba al bachillerato en nueve años más.
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