Page 62 -
P. 62

60                       EDUARDO DEVRIENT



          aprendizaje con respecto a las actividades bancarias, y esos dos años como
          aprendiz no me hubieran servido para nada si no hubiera aprendido un correcto
          y fluido francés. /10/ Sin embargo, para mí personalmente aquella época fue de
          un valor incalculable. Como el trabajo en el banco no me satisfacía, retomé mis
          estudios de dibujo con mucho entusiasmo. A las cinco o seis de la mañana en
          verano, antes de mis horas de trabajo en el banco, ya estaba sentado en el lago
          dibujando; antes de las dos de la tarde, después del almuerzo, hacía copias en
          el Museo de Bellas Artes y en un curso por la tarde dibujaba modelos de yeso.
          Era consciente de mi dinamismo, que me ayudó mucho en mi posterior profesión
          de agricultor. No conocía el descanso y aprovechaba cada minuto. Por supuesto
          me motivaban la bella naturaleza y sus alrededores. Cuando estaba en mi asiento
          del banco, no podía dejar de mirar las lejanas montañas nevadas, ni el lago de
          color azul claro como el cielo. A la vez seguían creciendo en mí las ansias de
          arte, luz, aire y libertad. Gruñía en mi cárcel, aunque no hubiera dado ningún
          paso decisivo que hubiese afectado las obligaciones que tenía con respecto a
          mi madre. Pero de repente llegó por telegrama la triste e inesperada noticia de
          que mi madre había sucumbido a la enfermedad. A pesar de que siempre había
          tenido una salud delicada y su estado empeoraba cada vez más, la noticia llegó
          inesperadamente y me causó mucho dolor. Viajé a Baden, liquidé la casa por
          mi cuenta, llevé a mi hermana Lucy a lo de nuestro tío Otto en Oldemburgo y a
          mi hermana Gertrud al Mar del Norte, para que se curaran de cualquier posible
          contagio. Obviamente eso fue motivo de crítica por parte de mi tío Otto, que
          había sido nombrado tutor. Muchas veces en mi vida me ha perjudicado esta
          manera de actuar tan irreflexiva o quizás precipitada, saltando todos los obstá-
          culos sin pensar, pero en otras ocasiones me ha beneficiado. Creo que le debo
          muchos logros a ese modo de actuar impulsivo. Sea como sea, fue una conse-
          cuencia de esta característica mía el hecho de que una vez finalizado /11/ mi
          período de aprendizaje, en un corto lapso y sin consultar a nadie, haya decidido
          optar por el plan de emigrar a la Argentina con un colega y amigo del banco,
          Andreas von Salis-Seewis. Este tal Salis tenía contacto con el cónsul argentino
          en Ginebra, don Máximo Fernández , que había comprado las mejores vacas
                                        10
          lecheras y enviado una selección del mejor personal para su estancia en la
          Argentina. Así maduró en mí la idea de abandonar la decisión de ser comerciante
          y dedicarme a la agricultura. Si bien de este modo también debía renunciar a mi
          adorado arte, por lo menos tendría todo el resto: luz, aire y libertad. Fernández
          ya le había prometido a Salis una chacra, de la que nos haríamos cargo juntos.








          10   Estanciero argentino (?-1916), véase la historia de su estancia La Matilde en Fernando
          Jorge Soto Roland, "Estancia, mansiones y fantasmas: La Estancia Montelen", en https://www.
          monografias.com (consultado 1/10/2020). Se trata de uno de los personajes de mayor rele-
          vancia en el desarrollo de Devrient, cuyos recuerdos servirán para conocer con más detalle
          su actuación. Devrient trabajó como administrador en su estancia y, después de un viaje a
          Europa en 1895, como mediero en la estancia Ituzaingó, cerca de San Emilio, zona de Bragado.
   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67