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          que la máquina me pasa por encima, me levanto y obviamente constato que
          tengo dos agujeros en las pantorrillas, /19/ pero me siento en la máquina y la llevo
          a Bragado bajo el sol, el polvo y el calor. Después tengo que hacer reposo durante
          un día, me llevan a la chacra y un marinero alemán me cura las heridas colocando
          estiércol fresco sobre ellas. A este marinero, que se había escapado de su barco,
          le gustaba mucho el alcohol, pero aun así era un peón útil. Mis heridas tenían
          mucho pus y tardaron un mes en curarse. Sin embargo, no tuve otros accidentes
          fuera de las habituales caídas del caballo. La única enfermedad que siempre me
          atormentó fue la fiebre del heno.
            A pesar del compatriota alemán, en la estancia San Luis no pasaba nada. Ni
          me acuerdo cómo fue que encontré una chacra en Olascoaga , pero me veo
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          sentado con mis pocas pertenencias en una chata rumbo a mi nuevo destino.
          Un mulato con su familia fue mi socio. Primero cavamos el pozo de agua y luego
          construimos una casa de adobe. Yo disponía de un espacio de 2 x 3 metros
          construido con cañas. La puerta era una piel de caballo, la ventana, una bolsa,
          el armazón de la cama estaba hecho con unos postes de madera y había un
          colchón de junco. Antes de irnos a arar hacía tanto frío que tenía que levantarme
          a las dos o tres de la mañana, encender el fuego y tomar unos mates hasta que
          amanecía.
            El dueño de esa estancia era un tal Horacio Harilaos. Necesitaba un encar-
          gado y me había tomado sin sueldo, pero no me cobraba alquiler por las 200
          hectáreas que me había cedido. Todo parecía marchar bien, cuando de repente
          me sorprendió la noticia de que el supuesto dueño solo era un arrendatario
          provisorio que había puesto el Banco Hipotecario, y la tierra sería rematada.
            Ninguno de los contratos y convenios tenía valor /20/, así que tuvimos que
          abandonarlo todo. Eso me costó casi todo mi capital, solo me quedó una tropi-
          lla de siete caballos. De esa época tengo el recuerdo de una noche espantosa.
          El cuarto que yo utilizaba como mayordomo de la estancia estaba en una casa
          separada. Una noche, cuando estaba por acostarme, escuché fuertes voces y
          el sonido de cuchillos o facones entrechocándose. Una voz en la noche silen-
          ciosa, que todavía hoy me resuena en los oídos, gritó: "¡No me tengas asco,
          mierda! ¡Soy hombre!"  . Se hizo silencio, pero a la mañana siguiente encontra-
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          ron el cadáver de un gaucho que yo conocía: barba colorada, nariz de águila,
          chiripá y bota de potro. Había caído frente a un rival en una pelea por una mujer.
          El asesino, un conocido ladrón de ganado, se había fugado.
            Pues bien, una vez más me encontraba sin casa ni sueldo. Pero ya estaba
          acostumbrado al trabajo duro y no me importaba tener que ganarme alguna vez
          la vida como peón. Entonces le pedí a mi amigo Salis que me tomara con mis
          caballos como arriero de su ganado durante la cosecha. Lo peor de ese trabajo
          era juntar el agua para el ganado. Por medio de un aparato, tenía que subir balde
          por balde para unos doscientos animales. Un trabajo pesado que me lastimaba
          las manos. Entonces mi vida dio un vuelco. Cuando estaba ocupado sacando


          25   Otra población en el actual partido de Bragado, fundada en 1882 junto a una estación del
          Ferrocarril Oeste entre Bragado y 9 de Julio.
          26   Se utilizan letras cursivas para señalar las palabras y los parlamentos que están en cas-
          tellano en el original alemán.
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