Page 75 -
P. 75
SETENTA AÑOS. RECUERDOS. PARTE VI 73
gracias al dueño de un molino, el señor Hildebrand de Weinheim . Tuve la suerte
36
de gustarle a su hija, pero la mala suerte de que ella no me gustara. No me era
posible entonces casarme con ella y finalmente llegó a ser un asunto muy emba-
razoso para mí, teniendo en cuenta la generosidad del buen padre. Aquel dinero
lo devolví en el año 1899 o 1900, con intereses sobre los intereses y mi agrade-
cimiento. Solo recibí un recibo. ¡Uno no puede venderse!
Y bien, con ese primer dinero compré un rebaño /31/ de ovejas en la pampa,
más allá de Bolívar. Creo que fueron unas 40 millas que tuve que hacer a caba-
llo y 40 millas de regreso arreando el rebaño de ovejas. Fue un gran esfuerzo y
llegué con mis ovejas a San Emilio en un estado calamitoso. Veinte días arreando
ovejas por trechos sin agua, de noche durmiendo sobre la montura y a veces
empampado por la lluvia. Perdí quince kilos, pero estaba rebosante de salud.
Por lo demás, en esa compra de ovejas me pasó lo siguiente: el vendedor era
un viejo vasco. Yo tenía dinero para comprar 600 ovejas, pero no las 1000 que
él quería vender.
–¿Y de ande, amigo, venir tan lejos comprando majada?
–Pues vengo de San Emilio, donde tengo arrendado el campo Ituzaingó.
–No diga, amigo, fortín Ituzaingó, yo pelear contra los indios, matar un Indio
grandote con Winchester, trabajando con Máximo Fernández, cuidado majada.
–Pues Máximo Fernández es mi patrón y socio. Yo doy majada, él el campo
y las ganancias a medias.
–Pues amigo, entonces usted llevar toda la majada nomás, y pagar cuando
pueda.
Un viejo criollo, su hijo y yo llevamos las ovejas. Entre los pajonales encontré
los botones de un uniforme, restos de un soldado que dejó allí su vida en una
expedición contra los indios. ¿Fue una bala la que lo mató o fue la sed? Al muerto
seguro lo enterraron los peludos. Los botones los quiso el vasco, ya que habían
sido encontrados en su campo.
Así fue como llegué a ser dueño de entre 3000 y 4000 ovejas aproximada-
mente, la mitad de cuyo beneficio fue entregado a Máximo Fernández. No cabía
duda de que mi personalidad infundía confianza. Además iba a trabajar con
dinero prestado solo al comienzo. Sin embargo, la confianza no fue tanta como
para fundar en 1895 una sociedad para un emprendimiento /32/ agrario en
Argentina. Ningún miembro de mi familia se decidió a comprar ni una sola acción.
Se negaban con un poco de asco, hasta mi vieja tía querida prefirió darle sus
ahorros a otro aventurero. Y como él vivía en Francia, en tiempos de inflación
pudo devolverle los 10.000 marcos con unos cuantos francos, y mi buena tía
tuvo que conformarse con sus 10.000 marcos que no tenían ningún valor.
36 La empresa molinera Hildebrand pertenecía a un grupo de seis molinos ubicados en el
valle del río Weschnitz y el arroyo Grundelbach en las inmediaciones de Weinheim, Baden. En
la segunda mitad del siglo XIX, Hildebrand instaló un molino eléctrico, mucho más potente que
los tradicionales molinos de agua, y por consiguiente más rendidor, en Mannheim, edificando
en su lugar de origen en Weinheim una grandiosa mansión, actualmente muy deteriorada.