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SETENTA AÑOS. RECUERDOS. PARTE VIII 79
Postal La Constancia, 1897, con varios hijos de Eduardo Devrient.
cuello y esa situación duró hasta 1935, pero era dueño de 2700 hectáreas de
buena tierra, con lo cual me uní a las filas de los estancieros que tenían crédito
en el banco. Aunque pagué cara La Constancia para esos tiempos, sentí que
no podía dejar pasar aquella oportunidad. En el ajedrez también se sacrifica a
veces una pieza para conseguir una posición. A partir de entonces, mi trabajo
consistió en buscar créditos en varios bancos para tapar acá y destapar allá,
con lo que logré repartir mi deuda del Banco Alemán entre cinco bancos. Siem-
pre pagaba a término y con el dinero de otro banco. Al comienzo los bancos
que me daban mayor crédito eran los rosarinos de los ingleses, que estaban en
continuo contacto con la gente de campo y mejor orientados que los otros. El
Banco Alemán, el Banco de Córdoba y el Banco Nación se dedicaban más al
comercio.
Mi relación con Diehl se mantuvo en buenos términos y nada la turbó hasta
su fallecimiento. En mi casa, su cuadro con su dedicatoria tiene siempre un
lugar de honor, y su recuerdo me es tan preciado como si hubiese sido un amigo
de mi padre. /42/ A él le debo la posibilidad de mi progreso, y sus enseñanzas
me fueron de mucho provecho. Sé que hubo especulación y riesgo en su pro-
ceder, pero creo que eso ocurre en la mayoría de los emprendimientos. Hay
que tener confianza en el futuro, hay que estar dispuesto a sacrificar algo, hay
que saber ahorrar y siempre estar en su puesto, pero no es necesario perjudi-
car a nadie y mientras que se pueda dejar un lugar como hombre honrado. Yo
lo demostré.