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SETENTA AÑOS. RECUERDOS. PARTE IX 83
Cuando volví de uno de mis viajes de Alemania, encontré el ominoso auto
en La Constancia. El buen Miller –que Dios le perdone– había descontado una
letra de 10.000 pesos como mi apoderado, y como no pudo pagar, envió a
cuenta el auto. El hecho es que él estaba en dificultades y tenía esperanzas de
conseguir el dinero, pero suspendió y me tocó hacer honor a mi firma con 10.000
pesos. Vendí el auto a 3000 pesos a mi amigo Bothamley, los 7000 fueron con-
tabilizados como ganancias y pérdidas. No sé cómo hice para mantenerme a
flote con todos esos reveses, mudarme a Baden-Baden con toda la familia y
además comprar allí una casa. Pero así florecía el sistema crediticio en esos
años de ascenso, especialmente durante la guerra.
Además de conseguir capital en los bancos, había otras posibilidades. Una
era la compra de ganado a crédito en los remates. Comprar hoy, firmar un pagaré
y en otro remate volver a vender en efectivo. Yo podía encaminar una compra
de ganado en lo de Emilio Ortiz por encima de la suma de 72.000 pesos, que
recién sería cancelada después de tres años. Cada seis meses se descontaba
mi letra en otro banco, siempre con una amortización lo más alta posible. /48/
Así llegué a tener capital circulante y mi crédito también estaba en alza, ya que
efectivamente pagaba. Hasta la gran crisis de 1931-35 nunca llegué a tener
dificultades con los pagos, ni en la planificada cancelación de la deuda ni tam-
poco en el pago de los intereses.
En los años 1925-35 tuve que pagar unos 40.000 a 50.000 pesos en con-
cepto de intereses, además de los costos generales que ascendían a unos
20.000 pesos, a lo que había que agregarle los gastos personales que eran
considerables, teniendo en cuenta los gastos de todos los hijos que estudiaban
en los mejores colegios, tanto en Alemania como en Belgrano, Buenos Aires .
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En 1925 me permití un viaje por Alemania, Suiza e Italia junto a mi señora y dos
hijas (Lisa y Lya) . Fue una experiencia inolvidable para todos nosotros. Más
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tarde vino la crisis : la caída total del precio del ganado y de los cereales. Enton-
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ces comenzó la imposibilidad de pagar los intereses y sobrevino el difícil momento
de concertar un acuerdo con los bancos para que me dieran plazo, tanto por
intereses como por capitales. El Banco Alemán Transatlántico tomó cartas en
el asunto (por ser "amigo", como decían aquellos señores). Y como todavía no
había perdido la esperanza de que todo se pudiera encaminar, garanticé mis
deudas con mi propiedad. Pero apenas lo hice, el Banco Alemán me presionó
para vender. Incluso estaban dispuestos a venderla al 50% de su valor. Le debo
al Banco Nacional no haber tenido que liquidar en ese momento. Ese banco
pedía la suma total más los intereses. Tenía mucha más experiencia y confianza,
y no se equivocaría. En 1935 subieron los valores de los campos, y presionado
por L. que me visitó en el hospital, pero también teniendo en cuenta en mis
condiciones de salud (estuve dos veces en el hospital con bronquitis e intoxica-
ción), por fin /49/ me decidí a aceptar una oferta de 220 pesos la hectárea y
49 Algunos de los hijos fueron a la Belgrano Schule (desde 1932 Goethe-Schule), el menor,
Alfred, al Nacional Buenos Aires, véase pág. /90/.
50 Referencia al extenso viaje que hace con su señora y dos hijas, narrado en las págs. /68-89/.
51 Se verá en la próxima página que se refiere a la crisis económica mundial, que tuvo su pico
en 1930.