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86 EDUARDO DEVRIENT
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Doña Justa y Eduardo Devrient, 1902
Rico, nuestro pobre e infeliz hijo, tuvo que ser trasladado a una institución . Los
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abnegados esfuerzos de su madre no lograron reparar las consecuencias del
accidente en que ella saltó del sulky cuando se nos desbocó el caballo. Se
encontraba en avanzado estado de embarazo y cayó sobre la rodilla. La con-
moción provocó la parálisis de algunas partes del cerebro, por lo cual el niño
estaba hemiplégico del lado izquierdo y apenas aprendió a hablar. Así y todo,
creció grande y fuerte, pobre chico. Queríamos intentarlo todo, si no para que
se curara, al menos para que mejorara. Para eso la única opción era internarlo
en cierta institución alemana. Vino mi primo Karl con su familia para reempla-
zarme en La Constancia y yo emprendí el viaje con Rico. A último momento, una
mujer que ya habíamos contratado tuvo miedo de cruzar el mar. Así fue como
le pedí a mi capataz, Romualdo Márquez, que era muy amigo de Rico, que me
acompañara a Buenos Aires, donde esperaba encontrar una cuidadora. No la
encontré, así que le pregunté a Romualdo: "¿Y te animas a acompañarme?" –
"Como no, para Rico hago lo que Ud. quiera." Le proveí de ropa en Gath &
Chaves y sin rodeos vino con nosotros, sin saber leer ni escribir, pero con toda
la inteligencia de los criollos y una cautivadora apariencia.
55 También aquí retrocede la narración, este viaje se realizó en 1905, y más atrás, el accidente
que tuvo su esposa embarazada de Rico que provocó su malformación.