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26 ESTEBAN BUCH, GERMÁN FRIEDMANN Y ROBERT KELZ
tío abuelo llamado Siegfried, un nombre wagneriano típico de las familias
de judíos alemanes que quisieron asimilarse, el cual fue asesinado por los
nazis en Auschwitz tras un periplo bastante extraordinario.
Él no quiso dejar Alemania en 1938 cuando se fueron mis abuelos, y es-
peró hasta último momento, tal vez pensando, como muchos otros, que las
cosas no iban a ser tan graves. En 1939 se dio cuenta de que era ahora o
nunca, y se fue a Bélgica cruzando la frontera ilegalmente. Allí tras la decla-
ración de guerra lo arrestaron por ser un clandestino alemán y por lo tanto
ciudadano de un país enemigo, siendo que los nazis ya le habían quitado la
ciudadanía con las Leyes de Nuremberg. Los belgas lo ponen en un campo
de concentración, una suerte de prisión, hasta el momento de la invasión
alemana, en que junto con otros prisioneros judíos lo entregan al gobierno
francés, quien a su vez lo manda a un campo de concentración en el sur
de Francia. Esto sucede ya antes de la caída del gobierno republicano. Y
cuando llega el gobierno de Vichy, lo incluyen en el contingente de judíos
deportados vía el campo de Drancy hacia Auschwitz. Por eso, como vícti-
ma de Vichy, el nombre de Siegfried fi gura en el muro de los nombres del
Memorial de la Shoá de París, junto a los de casi 76.000 judíos deportados
desde Francia, y no solo judíos franceses. Tratar de documentar y elaborar
su historia fue una de las cuestiones más importantes en esta reescritura.
Eso se refl eja en un capítulo entero dedicado a Siegfried.
Yaki Setton (Universidad de Buenos Aires, Editorial Bajo la Luna):
En cuanto a la comunidad judía, creo que Juan Marcos Herman también era
judío. La película Juan como si nada hubiera sucedido, es sobre un joven
que también era judío y de origen alemán.
Esteban Buch: Sí, efectivamente. También en ese plano hay una conti-
nuidad entre la película y el libro. La dimensión antisemita de la desaparición
de Juan Marcos Herman está documentada en la película por el testimonio
de Miguel Ángel D’Agostino, un sobreviviente del centro de detención El
Atlético, la única persona que lo vio después de su secuestro, que cuenta
que allí a los judíos como Juan los trataban peor que a los otros detenidos.
Por lo que sé, la familia Herman no es de origen alemán sino austríaco, pero
sí, también allí hay una relación, más remota, por cierto, con la historia local
de los germanoparlantes.
En cuanto a la comunidad judía en Bariloche, cuando yo vivía allá, hasta
1991, creo que estaba muy poco organizada. Yo no tengo ningún recuerdo
personal de ella, aun si por supuesto siempre supe que había personas ju-
días en Bariloche. Después de mi partida, mis padres participaron yendo a
algunas reuniones y fi estas. Algo debe haber cambiado justo en esos años,
porque cuando en 1994 visita Bariloche una delegación de familiares de
víctimas de la masacre de las Fosas Ardeatinas, la comunidad judía ya está
activa como tal, y aparece representada con ese nombre en los medios.
Habría que estudiar en detalle la historia de los judíos locales en esos
años Cincuenta en que llegan estos personajes como Priebke, e incluso
desde comienzos de siglo. Ahí se da una cuestión con los germanopar-
lantes. Mi papá, nacido en Berlín en 1931, era alguien que hablaba ale-