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CONVERSACIÓN SOBRE LA REEDICIÓN DEL LIBRO: EL PINTOR DE LA SUIZA ARGENTINA 31
de citarlo textualmente. En todo caso, a diferencia de mi relación cordial
con Maes, a quien vi muchas veces, con Priebke tuve solo dos encuentros,
los dos en un marco profesional. El primero como periodista del Río Negro,
y luego para esta entrevista. No había entre nosotros ninguna confi anza,
ni previa ni posterior. Lo que sí, fue una conversación de tono normal, una
entrevista periodística normal en la cual él sistemáticamente negó la impor-
tancia de su pasado nazi y el de sus amigos. Retrospectivamente a veces
me digo, ¿por qué en ese momento no fui más agresivo? ¿Por qué no fui
más insistente con algunas cosas? Y eso yo lo explico, reprochándomelo
en cierta medida, por el hecho de que yo estaba siguiendo la dramaturgia
normal de una entrevista periodística, y no la dramaturgia a la Sam Do-
naldson, digamos, de un periodista que va a confrontar a alguien con una
acusación que ya conoce de antemano. Esto último fue muy espectacular
y muy efi caz, pero en términos informativos, la única novedad de la entre-
vista de ABC News es la reivindicación de la obediencia debida que hace
Priebke para defenderse.
Yaki Setton: Me parece que la experiencia que vos tenés ahí es la ex-
periencia de la película.
Esteban Buch: Esa experiencia, efectivamente, era que es mejor ha-
cer hablar a personajes sospechosos de ser criminales sin provocarlos, sin
agredirlos, porque ahí es cuando dicen las cosas más interesantes. Esa
actitud yo la reproduje para el libro, no solo con Priebke, sino también con
otros nazis o presuntos nazis que entrevisté. Pero no siempre funcionó en
realidad, porque por ejemplo Reinhard Kops se enojó y me echó de su
ofi cina cuando le pregunté si había sido miembro del partido nazi. Aunque
también fue una pregunta en tono neutro, alcanzó para enfurecerlo, y el
resultado fue que no me dijo cosas importantes que tal vez hubiera dicho,
en particular sobre Priebke, si yo no hubiera buscado confrontarlo directa-
mente a su propio pasado.
Mi tono neutro con Priebke, además, tenía una dimensión de prudencia,
incluso de miedo, porque yo conocía su poder a nivel local, que luego se
tradujo en la amenaza de hacerme un juicio, o en las quejas a la municipa-
lidad por el subsidio a la edición, o en la supresión del libro de las librerías.
Pero tal vez esa prudencia o ese miedo hayan hecho que él se sintiera
cómodo. Después de todo, él era un hombre maduro y con poder, con
un pasado terrible en la Gestapo y las SS, y yo era un muchacho de 26
años, así que seguro que él a mí no me tenía miedo para nada. De allí que
se largara a decir lo de las Fosas Ardeatinas cuando ya la entrevista había
terminado y nos estábamos despidiendo. Más allá de que eso tal vez tenía
que ver también con sus ganas de decir algo verdadero en medio de sus
mentiras. En fi n, no sé, la cuestión psicológica en su caso no me interesa
mucho, pero uno se lo puede preguntar. La pregunta del porqué. ¿Por qué
decirme todo eso que tan caro le costó?
Robert Kelz: Muchas gracias, Esteban.
Esteban Buch: Muchas gracias a ustedes.