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CONVERSACIÓN SOBRE LA REEDICIÓN DEL LIBRO: EL PINTOR DE LA SUIZA ARGENTINA 27
mán como lengua materna, pero que jamás se sintió parte de la comunidad
alemana, porque justamente la comunidad alemana, identifi cada como tal,
era la comunidad de Erich Priebke y sus amigos. Que no solo tenían las
historias personales que tenían, sino que además en el colegio tenían una
política activa, aunque no la proclamaran abiertamente, para defi nir esa
comunidad alemana en términos étnicos, nacionalistas, y no por la lengua.
Por eso yo nunca fui al colegio alemán, y por lo tanto nunca tuve oportuni-
dad de oír los rumores sobre el pasado de Priebke que circulaban en esos
ambientes, antes de iniciar mi investigación en 1989.
Digo esto porque en la primera parte del libro comento algo que dice
Priebke en las memorias que escribió durante su detención. Él me dedica,
entre comillas, una página. Quiero decir que la dedica a quejarse de mi libro y
de cómo yo lo había traicionado, afi rmando que él me había hecho un favor al
darme una entrevista para mi investigación sobre el pintor porque sabía que
yo era hijo de un respetado científi co y miembro de la comunidad judía de
Bariloche. Lo cual era una mentira total, porque él no me hizo ningún favor, me
dio la entrevista simplemente porque yo era periodista y ya me conocía por
haberlo entrevistado antes como directivo de la comunidad alemana. En sus
memorias él transforma eso en una variante más del cuento del amigo judío,
aunque no usa la palabra amigo porque entre mi padre y él no hubo ningún
contacto personal. Pero bueno, está esa idea de que mi papá era el judío
bueno que había tenido este hijo malo que se había dedicado a traicionar el
pacto de buena vecindad que caracterizaba a Bariloche. Eso es lo que yo en
el libro llamo la Suiza Argentina, el mito de un lugar en donde podían vivir en
paz los alemanes y los judíos, estos últimos defi nidos por principio como no
alemanes, lo cual era ya una transformación fraudulenta de la historia, por lo
menos en el caso de papá. Esa convivencia pacífi ca es lo que según Priebke
gente mal intencionada como yo quería perturbar.
Así que decidí contestarle post—mortem. No me entusiasmaba la idea,
pero lo hice porque cuando Antonio Iovane me contactó con una lista de
preguntas para su libro, la primera era qué le contestaba yo a lo que Priebke
escribió sobre mi padre. Yo primero pensé, no tengo por qué contestarle
nada a Priebke, que siempre fue un mentiroso además de ser un nazi. Pero
después decidí hacerlo pese a todo, porque no quería que las mentiras que
dijo en sus memorias estuvieran circulando, por ejemplo, a través del libro
de Iovane, sin oponerle cómo habían sido las cosas en realidad.
Germán Friedmann: Estamos atrasados, pero son esos atrasos que
valen la pena. Así que, por favor, vamos a abrir a las preguntas.
Regula Rohland (Centro DIHA): A mí lo que me interesó y lo que me
inquieta… cuando una vez hablamos, nosotros dos, también salió esto.
Tú tenías a este interlocutor que, entre otras cosas, era un pintor cuya di-
mensión en este momento yo no puedo apreciar. Las pocas imágenes que
conozco son las del libro, ahora en la segunda edición me parece que su
calidad mejoró bastante ópticamente, la constitución de las pinturas se ve,
y me parece que es un buen pintor. Entonces, vos me dijiste una vez que
nos encontramos, que en realidad quisieras que no se saque a la luz la cali-