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38 ANNICK LOUIS
en la película Juan: como si nada hubiera sucedido de Carlos Echeverría
(1987). Entre ambas obras, la diferencia principal se sitúa en el nivel de
la enunciación, aunque comparten el modo narrativo: el narrador—perio-
dista, identifi cado con Buch, lleva adelante una investigación, consultando
fuentes, entrevistando personas, desplazándose. El texto de la película, sin
embargo, fue escrito en colaboración por Echeverría y Osvaldo Bayer; en
ese sentido, el relato en off es la voz es de otro(s), y no del narrador—pe-
riodista—investigador, aunque el personaje está efectivamente basado en
la actuación de Buch como periodista. En cambio, las reacciones y res-
puestas durante las entrevistas son de su autoría, situaciones marcadas
por la violencia, y más generalmente por la negación de la realidad de la
represión y de la responsabilidad que tuvieron en ella quienes la llevaron a
cabo en Bariloche. El narrador—periodista—investigador de Juan adopta
un tono sin vacilaciones ni ambivalencias, comprometido con los objetivos
de la película: investigar la desaparición de Juan Marcos Herman y poner
en evidencia las complicidades institucionales y discursivas que la rodea-
ron. Esto lo lleva también a una exploración de la ciudad que pone en valor
a los desfavorecidos: en Juan, el otro Bariloche es el de la miseria, el de
los chilenos, los mapuches, los cabecitas negras; en El pintor, la otra cara
de la Suiza argentina son los nazis. En ambas obras se pone en evidencia
el pacto de silencio, caracterizado por Buch como una condición tácita de
aceptación de la comunidad, cuya exploración continuó Carlos Echevarría
más tarde en el documental Pacto de silencio (2006).
En El pintor de la Suiza argentina, Buch, en cambio, adopta un modo
enunciativo híbrido, con un tono menos certero, ambivalente, como lo se-
ñalara la crítica en su momento, respecto de dos cuestiones: el interés que
Maes provocó en él y que lo llevó a dedicarle varios artículos, a mantener
algún tipo de relación con él durante un tiempo, y determinó que heredara
sus archivos, discos y pinturas, y terminara escribiendo un libro sobre esta
fi gura a la vez siniestra y enigmática; su pertenencia a una comunidad que
no solamente integró sino que toleró y posicionó en cargos respetables
a una serie de ex nazis, entre los cuales se cuentan Priebke, Juan Maler,
Miguel Viaene, y Maes por supuesto. En este sentido, el yo-narrador-inves-
tigador de El pintor no es una fi gura heroica, sino un personaje que pone
en escena todo aquello que no puede entender o resolver. Esta puesta
en escena de un narrador que lejos de entender y aleccionar, observa e
investiga, sin dejar nada de lado (rumores, declaraciones, leyendas, libros,
testimonios…), es uno de los logros del libro: se explicita de este modo un
malestar que sin duda está en el origen de su escritura. La cruda exposición
de los vaivenes que provocan los diferentes discursos, citados entre comi-
llas o reproducidos en forma de diálogo, es otro de los méritos del libro, que
muestra de este modo el papel que juegan en el proceso de ocultar y negar
la realidad, esa realidad de Bariloche que también Juan: como si nada hu-
biera sucedido trata de sacar a la luz.
A pesar de esto, ni siquiera en los momentos en que narra la muerte de
Maes, el yo-narrador-investigador es ambiguo respecto de su posición en
relación con el pasado nazi de Maes. Este efecto es logrado mediante una
técnica narrativa específi ca: entre el yo y lo narrado, se construye un espa-