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DE LAS BIOGRAFÍAS DE UN LIBRO. EL PINTOR DE LA SUIZA ARGENTINA 39
cio en el cual el yo despliega sus ambigüedades y las analiza. Las variacio-
nes de sus sentimientos hacia Maes y los cuestionamientos que provocan
encuentran de este modo un lugar donde ser minuciosamente examinadas.
Dos momentos son clave en este sentido, y enmarcan el relato: el primer
capítulo, “Los dos reyes y los dos laberintos”, donde el narrador recuerda
la muerte de Maes y evoca sus ambivalentes sentimientos respecto de él
y de su propio relato; y el último capítulo, donde se repite la frase “Estaba
cagado”, y el narrador propone la hipótesis de que Maes triunfó como ciu-
dadano patagónico, pero que esto no lo ayudó, porque murió abandonado
por la comunidad. Concluye entonces que la comunidad estaba dispuesta
a olvidar su pasado nazi e integrarlo, pero también a olvidar al artista, y
agrega: “Pero eso no fue hacer justicia con un arquitecto del horror, sino
sumar una nueva injusticia.” (1991: 157; 2024: 251) Se evita de este modo
cierto sentimiento de satisfacción de parte del narrador y del lector: la lla-
mada justicia poética no puede compensar la ausencia de justicia legal. De
esta manera, el texto enjuicia al colaboracionista nazi, pero también a la
comunidad.
En la enunciación de El pintor de la Suiza argentina se inscribe, además,
el pasaje de Buch del periodismo a la investigación académica. En los agra-
decimientos, lo expuesto en el libro es identifi cado como un “trabajo”: “…
durante el tiempo que duró el trabajo, de febrero de 1989 a septiembre de
1990…” (1991: 7; 2024: 283). Relacionado desde su origen con su actividad
en tanto periodista cultural, que lo lleva a conocer a Maes y a vincularse a
él, y a constatar las contradicciones, silencios y negaciones que marcan
su biografía, el “trabajo” realizado toma progresivamente la forma de una
investigación en la que se consultan bibliotecas, archivos, literatura espe-
cializada, se entrevistan testigos, se rastrean artículos de prensa, se evocan
rumores, combinando de este modo la investigación periodística con la es-
pecializada y académica. Ésta última surge como una necesidad: se toma
distancia respecto de la investigación periodística para poder examinar los
discursos y poner en evidencia aquello callado, insinuado, deformado. Por
un lado, aparecen las declaraciones de los testigos, en las que leyendas
y verdad se confunden, lo cual lleva a recurrir a instrumentos de análisis
especializados; por otro lado, el periodismo mismo es objeto de un análisis
meticuloso. El narrador subraya que ningún artículo menciona el pasado
nazi de Maes, lo cual lo lleva a examinar las diferentes estrategias de nega-
ción que fueron inventadas y usadas en distintos momentos, las omisiones
y otros recursos retóricos de ocultación, omisión y mentiras (como cuando
el cronista del diario Córdoba afi rma que después de la guerra ‘decidió
marcharse’ de Bélgica cuando en realidad fue condenado a muerte en su
país y huyó de él, 1991: 148; 2024: 237). Investigar es necesario para ac-
ceder a la realidad histórica, para pasar de una forma de “saber” en el
sentido de conocer en tanto rumor o sospecha, a un “saber” que implica
un conocimiento histórico compartido por una comunidad: un saber que es
producido por un cuerpo especializado. Así puede verse en el comienzo del
capítulo “Esconda un nazi en su ciudad—texto”: “Ya antes de comenzar
esta investigación, yo sabía que Maes era un nazi. No lo sabía con certeza,
no tenía datos. Pero lo sabía.” (1991: 144; 2024: 237) Para realizar este pa-